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Actualizado: 10 de junio de 2025


La historia será un acaso horrible, un fatalismo ciego y cruel, un pandemonium, como la denominan los escépticos, los ateos del hombre y de Dios. Dicen bien esos desdichados. La historia es un pandemonium para los que no creen en la providencia y en la humanidad, como la razon es un delirio para el loco, como la ciencia es una algarabia para el ignorante, como la luz es una tiniebla para el ciego.

Dice San Odón: In thesauro reposita Regis est drachma perdita; Gemmaque lucet inclita De luto luci reddita; el dracma perdido es repuesto en el tesoro del rey, y la perla luce nuevamente sacada desde la tiniebla hasta la claridad. Y dice San Gregorio: Nardo Maria pistico Unxit beatos domini Pedes, rigando lacrymis Et detergendo crinibus;

Los buenos habitantes de Lima se encerraban en casita a las diez de la noche, después de apagar el farol de la puerta, y la población quedaba sumergida en plena tiniebla, con gran contentamiento de gatos y lechuzas, de los devotos de la hacienda ajena y de la gente dada a amorosas empresas.

Es vago, es oscuro, es indescriptible, es como tiniebla profunda el más alto concepto, blanco de mi amor; mientras que ella se me representa con determinados contornos, clara, evidente, luminosa con la luz velada que resisten los ojos del espíritu, no luminosa con la otra luz intensísima que para los ojos del espíritu es como tinieblas.

Probablemente don Ambrosio O'Higgins se acordó del cuento cuando, al sermonear a los capitanes, terminó la reprimenda empleando las palabras del alcalde andaluz. Aquella noche quiso su excelencia convencerse personalmente de la manera como se obedecían sus prescripciones. Después de las once y cuando estaba la ciudad en plena tiniebla, embozóse el virrey en su capa y salió de palacio.

Después caíamos a esta ciudad de Lima, a consumir en los vicios el fruto de nuestros crímenes... Mucho más pudiera decir, sino que no es la ocasión. Rosa suspiró; y el novicio, pasándose la mano por el rostro, alzó la cabeza y prosiguió su relato: ¡Oh alta potencia de Dios, y por cuántos medios mandas la luz a las almas hundidas en la tiniebla!

15 Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento, 16 Día de trompeta y de algazara, sobre las ciudades fuertes, y sobre las torres altas.

8 el cual pasaba por la calle, junto a la esquina de aquella, e iba camino de su casa; 9 a la tarde del día, ya que oscurecía; en la oscuridad y tiniebla de la noche. 11 alborotadora y rencillosa, sus pies no pueden estar en casa; 12 unas veces de fuera, o bien por las plazas, acechando por todas las esquinas. 13 Y traba de él, y lo besa; desvergonzó su rostro, y le dijo:

El resto de la tierra está en la sombra, el crepúsculo gris vela los horizontes del llano; la tiniebla ennegrece ya la entrada de los alfoces, pero arriba todo es alegría y luz; las nieves, contempladas por el sol, reflejan todavía sus sonrosados rayos; deslumbran, y parece tanto más viva la claridad cuanto que sube poco á poco la sombra, invadiendo sucesivamente las pendientes, cubriéndolas como con un paño negro.

Cuando Belarmino pronunciaba un discurso, era de rigor que los oyentes saliesen a la plazuela del Obispo lanzando gritos inflamatorios y blasfematorios. Por eso, algunas gentes devotas maduraban seriamente el plan de convertir a Belarmino. Allí estaba Belarmino, empapado en la tiniebla, desfallecida el alma, atravesando un terrible faraón crónico y cavilando lo que debía hacer.

Palabra del Dia

rigoleto

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