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Actualizado: 6 de noviembre de 2025
Y no es esto lo peor. Lo peor es el poco o ningún caso que le hacen aquí a una. Todavía no tengo en Madrid persona con quien hablar. Allá en el pueblo, ¡qué delicia! Salía yo a la calle y no había perro ni gato que no me dijese: «Dios guarde a su merced; adiós, ama Teresa. ¿Cómo lo pasa usted, señora?», y otras cosas por el estilo.
En efecto respondió María Teresa, que por un exceso de delicadeza no quería acusar a Huberto, tuvo que ausentarse algunos días antes de la última crisis que sufrió papá. ¿Y tú no lo llamaste?
La niña, sin decir nada, volvió a tomar mi brazo. Caminamos un buen pedazo en silencio. Yo iba pensando ansiosamente en lo que iba a decir y en lo que iba a hacer, sobre todo en lo que iba a hacer. Al fin, Teresa lo rompió, preguntándome resueltamente: ¿No me dijo V. por carta que me quería? ¡Pues ya lo creo que la quiero a V.!
Huberto miró varias veces hacia atrás, como atraído por el fluido de las miradas de María Teresa; después, su silueta se desvaneció, lejana, entre el polvo del camino y los últimos reflejos de una aglomeración de nubes blancas. Cuando el joven hubo desaparecido, María Teresa cerró los ojos un instante. No lo veía ya, pero conservaba su imagen.
Con lo demás que decía el romance, que si no hizo reir á nadie por el chiste, os hizo á vos llorar de rabia por lo claro, y dar conmigo en San Marcos, con tan poco disimulo de la causa, que todo el mundo tuvo por culpa de ella al romance, y por doña Catalina á la doña Teresa que el romance cantaba.
Apenas Inesita se quedó sola miró el sobrescrito de la carta, y, sin emoción, casi sin curiosidad, al menos perceptible, iba a abrirla y a leerla, cuando apareció en escena un nuevo personaje, que hizo que la muchacha se guardase precipitadamente la carta en el bolsillo. Este nuevo personaje era el ama Teresa.
-No digo nada, ni murmuro de nada -respondió Sancho-; sólo estaba diciendo entre mí que quisiera haber oído lo que vuesa merced aquí ha dicho antes que me casara, que quizá dijera yo agora: "El buey suelto bien se lame". ¿Tan mala es tu Teresa, Sancho? -dijo don Quijote. -No es muy mala -respondió Sancho-, pero no es muy buena; a lo menos, no es tan buena como yo quisiera.
Unas relaciones sin «sentido común». ¡Casar a Amparito, a la hija del doctor Pajares, con el hijo de Teresa, que había sido criada de doña Manuela! No; la familia no había llegado aún tan bajo, y aunque apurada, no estaba para emparentar con una fregona.
Pero si Juan se esforzaba en sofocar en lo más profundo de su ser su sentimiento, a pesar suyo, deseaba ardientemente gozar el mayor tiempo posible de la presencia querida de María Teresa, y vivía en el temor continuo del casamiento de la joven.
Una gran calma adormecía su casa cuando entró María Teresa. Tranquilizada por este silencio, subió sin hacer ruido hasta el cuarto de su padre, y como la puerta estaba entreabierta, se deslizó al interior. En seguida se detuvo.
Palabra del Dia
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