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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Unos hablaban de un mar de fuego que llenaría la tierra, y que una tempestad había agitado sus olas; otros pretendían que un volcán intentaba surgir en las inmediaciones, y que dentro de poco tiempo, el cráter se abriría; había quien no sabiendo nada de fuego central, ni habiendo jamás visto cráteres ni corrientes de lava, pensaba en un grupo de fuentes salinas y yesosas que nacían en un vallecillo al pie de una ladera pedregosa; al notar que después del temblor sus aguas se habían enturbiado y arrastraban lodo, y que algunas de ellas habían cambiado de orificio de salida, se preguntaban si no serían ellas la verdadera y única causa.

Me curaba muy poco de que pudiera llevar en la cara las huellas de la tempestad que aún no se había calmado dentro de ; me era indiferente que mi casi encierro con aquél hubiera o no chocado a los demás tertulianos..., ¡pues podían venírseme con melindres de beata los que me estaban enseñando a pactar con el demonio para venderle la conciencia!

Yo, la mujer desenvuelta, fría y despreocupada de los salones; la dama de los grandes recursos para la intriga; la afamada humorista de las ocurrencias felices, ni siquiera di en el sencillo intento de deshacer con una negativa terminante aquella tempestad de desdichas que bramaba sobre mi cabeza..., porque me hubiera bastado eso solo para conseguirlo: después me he convencido de ello pensándolo con serenidad.

Al fin, la necesidad, la obligación de hacer algo, me sugirió una idea que ya había entrevisto yo flotando a ratos en el oleaje de la pasada tempestad. No era todo lo que se necesitaba en una obscuridad como la mía; pero era algo, era un proyecto, una salida, un camino, el único camino que veía, y me decidí a seguirle sin perder un solo instante.

»Usted que me protegió como un segundo padre, será el único en saber por qué he tomado esta extrema resolución. En las largas noches de invierno, cuando la tempestad sacudía mi ventana y yo no podía dormir, he escrito en todos sus detalles lo que me atormenta desde hace largo tiempo, lo que no me dejará un instante de reposo hasta que me haya dormido para siempre.

Si las señales son de tempestad, no hay aviso; pero si el tiempo es dudoso, los señeros, en vez de mandar recado a todos los pescadores, llaman sólo a los patrones, y en el extremo del muelle, al amanecer, discuten las probabilidades de que haya bueno o mal tiempo.

En medio de los rudos episodios del despertar de aquellas multitudes vieron pasar las familiares glebas, sobre el torrente de encontrados odios, la racha formidable de virtudes, la tempestad de las ideas nuevas. Y sobre el mar del popular tumulto, en la corriente de furor insano, como reliquia de inviolable culto, flotaba el arca del saber humano.

Viendo los españoles y nuestros neófitos que Dios manifiestamente estaba de su parte, fueron con grande ánimo en su alcance, y con una tempestad de saetas y mosquetazos que les dispararon, hicieron en ellos sangriento estrago.

Hemos naufragado en estas costas, arrojados por la tempestad, y trataba de llegar al río Durga, para luego ir a las islas Arrú y desde allí volver a mi patria. ¿Y no has visto a los arfakis? Ni a uno siquiera. ¿Qué es lo que ha ocurrido a mi hijo? ¿Pero cómo quieres que lo sepa? ¿Son amigos tuyos los arfakis? Si los hubiera encontrado, me habrían comido.

Estiende, estiende el ala vigorosa, Cual la vela que en noche procelosa Alza la nave en negra tempestad; Vuela á traer la vívida centella Que en ochocientos diez, fulgente y bella, La antorcha reanimó de libertad.

Palabra del Dia

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