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Y todo el día he sido presa de temores. El sol se ha puesto ya, y le sigo esperando en vano. Ha muerto, padre; estoy segura. EL CONDE. Según mis noticias, el duque goza de una excelente salud. Vuestros temores, condesa, son exagerados, como vuestro amor. Bajo la protección del propio emperador, avanza tranquilo a través de nuestras tierras.

Pues si vamos al coche, no es posible imaginarse los temores, las agitaciones sin cuento que le costaba. Cada vez que el cochero le decía que un caballo estaba desherrado, era un disgusto. Tenía un tronco de yeguas francesas de bastante precio. Las mimaba tanto o más que a sus hijos. Sacábalas a paseo por las tardes; pero no le conducían al teatro por miedo a una pulmonía.

Andad, ligeros mensajeros, a la gente arrastrada, y repelada; al pueblo lleno de temores desde su principio, y después; gente harta de esperar y hollada; cuya tierra destruyeron los ríos. 3 Todos los moradores del mundo, y los vecinos de la tierra, cuando levantare bandera en los montes, la veréis; y cuando tocare trompeta, la oiréis.

Lo recuerdo bien, porque me dolió muy adentro... Otro caso raro: somos del mismo parecer el espectro y yo en lo tocante a la educación de los hijos; nos espantan igualmente los temores de sus extravíos, y usamos procederes diametralmente opuestos en el modo de vivir. Pues he ahí mi caso. Yo vivo como vivo y soy lo que soy, porque no puedo ni debo vivir ni ser de otra manera.

Pero, en breve, la idea de aproximarse a María Teresa, de verla, de satisfacer así su único deseo, lo hizo sobreponerse a sus recelos y temores. El día estaba demasiado adelantado para que pudiese partir aquella misma noche; telegrafió que iría al día siguiente.

No se acordaba en aquel momento del mencionado personaje, y la pregunta del gigante resucitó en su memoria las molestias y los temores del día anterior. -, gentleman; tiene una hija, como usted dice, o como nosotros decimos, un hijo, que pertenece á la Universidad y podría ser una de sus mejores glorias.

Por aquí todo está tranquilo; ni asaltos, ni robos, ni temores de «bola». Me quieren mucho «ciertos bichos» que sabes, y no hay temor de que me den un mal rato. Tan seguro estoy de ello, que casi, casi me resuelvo a que te vengas al pueblo. Pienso en ello mucho; seguiré pensándolo, y ¡Dios dirá!

Sin embargo, aunque no se lo dije con palabras, se lo dije con los ojos. Mi severa mirada confirmó sus temores: la persuadió de la irrevocable sentencia. De pronto se nublaron sus ojos; todo su rostro hermoso, pálido ya de una palidez traslúcida, se contrajo con una bellísima expresión de melancolía. Parecía la madre de los dolores.

No despuntaba por valentón, y sus temores instintivos se aumentaban en la casa solariega, que le producía nuevamente la dolorosa impresión de los primeros días. Su temperamento linfático no poseía el secreto de ciertas saludables reacciones, con las cuales se desecha todo vano miedo, todo fantasma de la imaginación.

Creo, sin embargo, que sus temores eran infundados a este respecto, como lo ha demostrado la conducta de aquella nación, para terminar la guerra y establecer el gobierno propio de la isla y estoy convencido de que no tienen ambiciones de predominio sobre la América latina. Mr.