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Actualizado: 13 de junio de 2025
Señalole entonces el Rey una hembra que bien envuelta en un manto que la tapaba toda, el rostro inclusive, iba por el camino, y le dijo que aquella era la suya, y que la siguiese hasta cogerla o más bien cazarla, pues a paso muy ligero iba la condenada.
El que hacía de José solía ser el más chusco de los campesinos, que aparentaba asustarse al ver muchachas bonitas en los balcones, y ya se tapaba los ojos para no verlas, ya huía haciendo contorsiones y dando chillidos.
Estas hermosuras se ocultarían completamente a la vista de Filomenas y Josefinas cuando estuviera concluida la iglesia en que se trabajaba constantemente. Cada día, la creciente masa de ladrillos tapaba una línea de paisaje. Parecía que los albañiles, al poner cada hilada, no construían, sino que borraban. De abajo arriba, el panorama iba desapareciendo como un mundo que se anega.
Elena alegre con estas palabras como un pajarito en el árbol aparentaba no creerle, le tiraba del bigote, le daba suaves bofetadas en las mejillas, le tapaba la boca, «el frasco de las mentiras» como ella decía. Pero él, aunque enajenado por aquella lluvia de caricias, concluyó por mostrarse inquieto.
Cuando se descorría la mampara de hierro que tapaba el horno, las llamas enrojecían las paredes, y su reflejo, resbalando por los tableros cargados de masa, coloreaba los blancos taparrabos y aquellos pechos atléticos y bíceps de gigante, que, espolvoreados de harina y brillantes de sudor, tenían cierta apariencia femenil.
La forastera se levantó en silencio y se dejó caer en una silla, alzó el velito del sombrero que le tapaba los ojos y se los enjugó con el pañuelo. El P. Gil, en pie frente a ella, aguardaba a que se explicase. Y como no daba señales de hacerlo, antes se tapaba el rostro cada vez más, aventurose a decir: Señora, desearía saber en qué puedo servirla... Todavía tardó unos instantes en responder.
109 Sólo una manta peluda era cuanto me quedaba la había agenciao a la tabla y ella me tapaba el bulto; yaguané que allí ganaba no salía- ni con indulto. 110 Y pa mejor hasta el moro se me jue de entre las manos; no soy lerdo pero, hermano, vino el comendante un día diciendo que lo quería pa enseñarle a comer grano.
Y las buenas mujeres citaban nombres de solteras ricas y bonitas, más ó menos desgraciadas. Y entretanto ¿si le afusilan á D. Basilio? Julî se tapaba los oidos, miraba á todas partes como buscando una voz que hablase por ella, miraba á su abuelo; pero el abuelo estaba mudo y tenía la vista fija en su pica de cazador. Aquella noche durmió apenas.
A lo cual Sancho respondió: -Yo, señora, sentí que íbamos, según mi señor me dijo, volando por la región del fuego, y quise descubrirme un poco los ojos, pero mi amo, a quien pedí licencia para descubrirme, no la consintió; mas yo, que tengo no sé qué briznas de curioso y de desear saber lo que se me estorba y impide, bonitamente y sin que nadie lo viese, por junto a las narices aparté tanto cuanto el pañizuelo que me tapaba los ojos, y por allí miré hacia la tierra, y parecióme que toda ella no era mayor que un grano de mostaza, y los hombres que andaban sobre ella, poco mayores que avellanas; porque se vea cuán altos debíamos de ir entonces.
Quedose parado un largo rato mirando a la luz y viendo en ella a doña Lupe en el acto de coger la hucha falsa y decir: «Pero esta hucha... no sé... me parece... no es la misma». Dando un gran suspiro, envolvió rápidamente en un pañuelo los destrozados restos de la víctima, y los guardó en la cómoda hasta el momento de salir. Puso la nueva hucha en el sitio de costumbre, que era el cajón alto de la cómoda, abrió la puerta, quitando el pañuelo que tapaba el agujero de la llave, y después de llevar a la cocina el instrumento alevoso, volvió a su cuarto con idea de contar el dinero... Pero si era suyo, ¿a qué tanto miedo y zozobra?
Palabra del Dia
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