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Actualizado: 24 de junio de 2025
Ahora búsquela usted sin h exclamó don Frutos, ya muy serio, queriendo tomar un continente digno en el momento de la victoria. Ronzal estaba como un tomate. Miró a Mesía, que fingió estar distraído. Por fin Trabuco, dispuesto a jugar el todo por el todo, se puso en pie en medio de la sala y cogió bruscamente el diccionario de manos de Orgaz, que creyó que iba a arrojárselo a la cabeza.
19 Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada uno meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán. 20 De las aves según su especie, y de las bestias según su especie, de todo animal de la tierra según su especie, dos de cada uno entrarán a ti para que haya vida. 21 Y tú tómate toda vianda que se come, y júntatela, y será para ti y para ellos por mantenimiento.
TRUCHAS CON JAMÓN. En aceite fino se fríen un poco unas magras, se sacan, y en aquella grasa se fríen truchas después de limpias, se sacan, haciendo en aquel aceite una salsa de pasta de tomate; se sirve, poniendo las truchas a lo largo en una fuente, alrededor las magras, y todo ello rociándolo con la salsa de tomate.
Ahora sonreía con bondad, tenía las mejillas muy coloradas, y cautelosamente se aflojaba el talle, como para dejar un huequecito a lo que viniese después. Otro plato ligero, pero éste era francamente indígena: lomo de cerdo y longanizas con pimiento y tomate, un guiso al que daba siempre Visanteta una gracia especial, que hacía a todos mojar el pan en la roja salsa.
SARDINAS RELLENAS. Después de limpias se rellenan con pan molido, cebolla picada y huevo batido; se ponen en una cacerola con tomate y se hacen como las anteriores. SARDINAS FRITAS. Lávense bien las sardinas, quíteseles la cabeza y sazónense de sal fina; séquense con un paño y fríanse. SARDINAS ASADAS. Se les quita la cabeza y la espina, se envuelven en hoja de parra y se asan.
Después de rehogados se separa la grasa, se espolvorean con harina, sal, pimienta y puré de tomate; se cuece con la cacerola tapada. La guarnición de las legumbres de que hemos hecho mención, agregando guisantes.
¿Y de qué padece usted, señor de Heredia, del pecho? No, señor; más bien del estómago. ¿No tiene usted ganas de comer? Pocas. ¡Hombre, le compadezco de veras! Debe de ser fuerte cosa eso de sentarse delante de un plato de jamón con tomate y no poder meterle el diente.
Se introducía en las asquerosas moradas que ocupaban, las catequizaba haciendo esfuerzos titánicos de oratoria que le ponían rojo como un tomate y le obligaban a toser y escupir de un modo imponente. Y cuando el arte de Bossuet no producía efecto, apelaba al dinero.
Andrés, después de hacer plato a Rosa, se sirvió también con mano larga. ¿Se acuerda usted, amigo Celesto dijo metiendo un buen pedazo en la boca, de cuando usted me compadecía por no poder comerme un plato de jamón con tomate? Hombre, es verdad repuso el seminarista levantando los ojos con admiración. ¡Parece mentira lo que usted ha cambiado, D. Andrés! Todos le felicitaron.
Un chiquillo regordete salió al cabo de las filas, colorado como un tomate, y acercándose al padre rector, que en aquel momento llegaba, díjole con heroica magnanimidad: Que vayan al campo esos... Yo me quedo; sí, señor, yo me quedo por ellos.
Palabra del Dia
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