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Actualizado: 27 de noviembre de 2025


D. Fadrique creía en Dios y se imaginaba que tenía ciencia de Dios, representándosele como inteligencia suprema y libre, que hizo el mundo porque quiso, y luego le ordenó y arregló según los más profundos principios de la mecánica y de la física. Á pesar del Cándido, novela que le hacía llorar de risa, D. Fadrique era casi tan optimista como el Dr.

Únicamente cree en Dios y le teme en la hora de la suprema cobardía, cuando la muerte le abre la obscuridad sin fondo de la nada, y él, en su orgullo de bestia racional, se subleva contra la completa supresión de su ser. Quiere que su alma sea inmortal, y acepta las fantasías religiosas de cielos e infiernos.

El conde soltó una carcajada y se limpió la levita manchada de yeso. Pero ¿no tienes Inquisición en casa? El gato saltó de un rincón, bufando, y subió por los maderos. , allí veo la Suprema.... ¡cómo maya! ¿Qué ruido es este?

Era un deseo de confesarse con ella, un impulso instintivo de abrirle el alma, como si de esta mujer que llevaba á los lechos de muerte un regocijo frívolo de pájaro pudiese surgir el consejo de la suprema sabiduría.

El Señor, como dice el Profeta, ha enviado fuego a lo más robusto de mi espíritu, ha alumbrado mi inteligencia, ha encendido lo más alto de mi voluntad, y me ha enseñado. La actividad del amor divino, que está en la voluntad suprema, ha podido en ocasiones, sin yo merecerlo, llevarme hasta la oración de quietud afectiva.

Su fama poética era ya tan grande en el año de 1630, que Lope de Vega, considerándolo como su digno sucesor, dice de él en El Laurel de Apolo: En estilo poético y dulzura, Sube del monte á la suprema altura. Por premio de sus servicios fué este poeta nombrado en 1637 caballero del hábito de Santiago.

Sin embargo, aun en lo referente a la vida material, sintió el joven el vacío de su madre. Aurelia se esforzaba en que no echase de menos nada; pero estaba bastante lejos de alcanzar la suprema delicadeza de aquélla. Poco a poco, no obstante, se fué adiestrando en el gobierno de la casa. Además, Raimundo ya no exigía los refinamientos de antes.

Todo era modesto, de poco precio; pero la cama, con sus hierros coruscantes, les pareció a los dos un derroche, un alarde de suprema elegancia, una manifestación de su propósito de vivir en grande, sin privaciones. Siete duros les costó esta joya. Los dos se miraban con inquietud. ¡Qué modo de gastar el dinero!

¡Oh pan divino, oh grandeza Suma de Dios, reducida A una forma tan pequeña! ¡Oh inmensidad abreviada, Alta Majestad Suprema En la cándida cortina De los accidentes puesta! ¿Cómo te daré las gracias? Con la Fe, para que puedas Aquí merecer la gloria Y después la gloria eterna.

Me martiriza usted y me desgarra dijo en voz baja con un acento de suprema desesperación; luego, con un movimiento que no puedo describir, arrancó las dos mitades del ramillete, se quedó con una y me arrojó, por decirlo así, la otra mitad a la cara.

Palabra del Dia

vengado

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