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Actualizado: 12 de junio de 2025


Fortunata vio el cuarto. ¡Ay, Dios, qué malo era, y qué sucio y qué feo! Las puertas parecía qué tenían un dedo de mugre, el papel era todo manchas, los pisos desiguales. La cocina causaba horror. Indudablemente la joven se había adecentado mucho y adquirido hábitos de señora, porque la vivienda aquella se le presentaba inferior a su categoría, a sus hábitos y a sus gustos.

El metal vibró como una campana que sonara muy lejos. ¡Ah, ya no se forjan espadas de este jaez, señor hidalgo! agregó Domingo de Aguirre. El acero es cada día más sucio y el temple más ruin. Dícese, en verdad contestó Ramiro, que habéis perdido algunos secretos de antaño. En cuanto a secretos, señor, nunca los hubo.

Para ir a pie a los Jardines, y, aunque se vaya en coche, para pasear luego a pie, es feísimo y sucio todo aquel aditamento de enagua blanca y de vestido que va arrastrando, llenándose de polvo, levantándole y esparciéndole en el aire, y barriendo, por último, cuanta inmundicia encuentra al paso.

Que se me salten los ojos y no vuelva á ver la luz del sol, que me vea pidiendo de puerta en puerta una limosna y vaya á morir al hospital, si tengo más interés por él que por el carro de la basura... Anda, hijo, pues ni que estuviera echada á los perros para acordarme ya de ese tío sucio sin vergüenza. Primero me dejaba hacer tajaditas así que mirar más en cara á ese arrastrao.

Sus ojos eran grandes, de un castaño sucio, y cuando el pillastre se creía en funciones eclesiásticas los movía con afectación, de abajo arriba, de arriba abajo, imitando a muchos sacerdotes y beatas que conocía y trataba.

Nos parece la ambrosía de la cual hablan las mitologías antiguas. Extiéndese á nuestros pies, en la llanura, allá lejos, muy lejos, un espacio brumoso y sucio donde nada puede distinguir la mirada: aquella es la gran ciudad. Y pensamos con repugnancia en los años que hemos tenido que vivir bajo aquella nube de humo, de polvo y de alientos impuros.

¿Lleva usted revólver? pregunta un pasajero á su vecino. Y el interpelado, que no desea otra cosa que exhibir su 44, saca del cinto un enorme Bulldog, sucio y descuidado, con el cual, según afirma, peleó muy duro en la escolta de Máximo Gómez. Esta primera demostración armada es la señal; y pronto todos los viajeros agitan en sus manos revólvers y pistolas de todas clases.

Antes que amaneciera, su amo y un aprendiz sobaban la masa dispuesta en el lebrillo, y luego freían con rara rapidez bolas, tortas y cohombros: Pepe, mientras tanto, arreglaba los veladores, mezclaba algo de harina al azúcar de espolvorear, fregaba vasos, ponía cada cosa en su puesto y, cuando se abría la tienda, colocado de pie en la puerta, despachaba buñuelos a grandes y chicos, formando en la grasienta superficie de zinc que cubría la mesa un montón de cuartos y ochavos del moro, cuyo sucio contacto le dejaba los dedos manchados de verdín.

Nadie nota una mancha mas en un cristal muy sucio; pero en otro muy limpio y brillante, se presenta desde luego á los ojos el mas pequeño lunar. Las pasiones son buenos instrumentos, pero malos consejeros. Cuando tratamos de ejecutar alguna cosa, las pasiones son á veces un auxiliar excelente; mas para prepararla en nuestro entendimiento, son consejeros muy peligrosos.

Sin embargo, alguna vez al despedirse, Ramiro juntó su boca con la de aquella criatura vestida de harapos como una gitana, y este movimiento maquinal llegó a despertarle, en el correr de los días, cierto extraño deleite, que le recordaba el saborcillo sucio de las frutas cogidas en el suelo.

Palabra del Dia

consolándole

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