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Actualizado: 25 de junio de 2025
Reyes había leído la Odisea en castellano y recordaba la interesante visita de Ulises a los infiernos; aquella vida opaca, subterránea del Erebo, donde opinaba él que tanto debían de aburrirse las almas de los que fueron, se le representaba ahora al ver a los tristes cómicos, silenciosos y vagabundos, cruzar el escenario oscuro, como espectros.
Pero á Lázaro antojábasele un sombrío edificio, gigantesco sepulcro de vivos, de altísimas y negras paredes, de gruesos é inaccesibles torreones, con un gran foso lleno de aguas cenagosas y verdes, con largas filas de mazmorras, de las cuales la más lóbrega y subterránea era la suya.
Apenas hubo pisado las baldosas del pavimento, sintió en el rostro la caricia fría y un tanto pegajosa de aquel ambiente de bodega subterránea. En el templo todavía era de noche. Arriba, las vidrieras de colores de los centenares de ventanas que, escalonándose, dan luz a las cinco naves, brillaban con la luz del amanecer. Eran como flores mágicas que se abrían a los primeros resplandores del día.
Algún día ¿llegarían a entenderse? ¿Querría doña Ana abrirle de par en par el corazón? El Magistral conocía una especie de Vetusta subterránea: era la ciudad oculta de las conciencias. Conocía el interior de todas las casas importantes y de todas las almas que podían servirle para algo.
Jornada primera. Cárcel de esclavos en Marruecos. Razonte, joven castellano de familia distinguida, es cautivado por piratas moros en las costas de España, cuando se disponía á encaminarse á Madrid para casarse con la bella Angélica. Yace durmiendo en su prisión subterránea, y es visitado por el Dios Amor, que lo exhorta á huir de su cárcel, porque, de no hacerlo, perderá á su prometida.
En tanto le parecía escuchar siempre una voz subterránea que clamaba: "Lázaro, ¿duermes? Despierta, Lázaro." A la madrugada su sueño fué más profundo. Despertó á las ocho, y en los primeros momentos tuvo que recoger sus ideas y meditar un poco para saber dónde estaba y qué cosas le habían sucedido. Su tío había salido. Levantóse y se vistió.
Por entre los botes de pomadas y cosméticos; por entre las cajas de alfileres y juguetes, se descubría el perfil arqueológico de una vieja que era ama, dependiente y aun fabricante de algunas drogas. Más allá había otra tienda obscura, estrecha y casi subterránea en que se vendían papel, tinta y cosas de escritorio, amén de algún braguero ú otro aparato ortopédico de singular forma.
Después de las lluvias, cuando se eleva el nivel del arroyo, la percolación subterránea se propaga y se extiende á lo lejos bajo las capas superficiales del suelo de los campos, y durante las grandes crecidas, las aguas desbordadas renuevan la tierra, la saturan de humedad y suministran así los elementos de vida á la multitud vegetal. El espectáculo de los campos inundados es triste ciertamente.
Fundado igualmente en el celo de Abenalfage por el islamismo pretende, que para poder hallarse con mas comodidad y sin publicidad en la mezquita, hízo hacer una via subterránea desde la ALJAFERÍA hasta la mezquita mayor, que atravesaba á lo largo la mayor parte de la ciudad, sobre lo cual se refiere vagamente á los escritores que tocaron este punto, y á los diversos vestigios que se hallan en los subterráneos de algunas casas de la calle de la Cuchillería.
Este temblor de tierra, respondió Panglós, no es cosa nueva: el mismo azote sufrió Lima años pasados; las mismas causas producen los mismos efectos; sin duda que hay una veta de azufre subterránea que va de Lisboa á Lima. Verosímil cosa es, dixo Candido; pero, por Dios, un poco de aceyte y vino. ¿Cómo verosímil? replicó el filósofo, pues yo sustentaré que está demostrada.
Palabra del Dia
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