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Actualizado: 25 de junio de 2025


Vuelto el brigadier, tratamos de bajar á la capilla subterránea, como ya dije; pero se ofrecia una dificultad. El conserje nos manifestó que teniamos que esperar algun tiempo. El brigadier, que á su despejo natural, une la impaciencia del soldado, preguntó al conserje por qué razón teniamos que esperar el tiempo que decía.

Deseoso de informarme de esta particularidad, he tratado de hacer averiguaciones, y mi estimable compañero el letrado D. Manuel Villava me ha manifestado, que al reedificar su casa que se halla frente al arco de S. Roque, encontró un subterráneo ó bóveda; y el archivero del metropolitano templo de la Seo D. Pedro Dusen me refirió así mismo, que desde dicho templo, si quiere, desde la capilla de nuestra Señora de las Nieves, que es la contigua á la de S. Valero, entrando por la puerta del Santo Cristo, corría una bóveda subterránea bastante espaciosa y honda de mampostería, que se dirigia hácia la plaza de Santa Marta, sin que haya encontrado hasta ahora, segun me aseguró, documento ninguno que hablase de esta obra.

Desde el fondo de aquella galería subterránea dirigió terribles dardos contra el presidente del Consejo de ministros, que no le había dado una cartera en la última crisis. Salabert contestó con palabra estropajosa dando las gracias, echándose por los suelos. Para llegar al puesto que ocupaba no tenía otros méritos que el trabajo y la honradez.

En el centro las cisternas cuya cavidad subterránea es inmensa: al sur la Alcazaba, la torre y plataformas de las Prisiones, y en avanzada la altísima torre de la Vela; al norte el Palacio de verano á la derecha, una ancha calle á la izquierda, que conduce al poblado ó ciudadela, y en el centro el palacio de Cárlos V, ruina colosal y noble que occupa una pequeña parte del sitio que cubriera el Palacio de invierno de los reyes moros.

He bebido de un agua que corre con sonido arrullador, de una fuente subterránea pero poco profunda, de una caverna que no está muy lejos, bajo tierra. ¡Ah! que no sea dicho jamás: mi cuarto está oscuro, mi lecho es estrecho; porque jamás ningún hombre durmió en lecho igual y para dormir verdaderamente, es en un lecho como éste en el que hay que acostarse.

Marchaban de un modo absurdo, como si aborreciesen la línea recta, en zigzag, en curvas, en ángulos. Otros senderos no menos complicados partían de esta zanja, que era la avenida central de una inmensa urbe subterránea. Caminaban... caminaban. Transcurrió un cuarto de hora, media hora, una hora entera.

Sobre los castañares que semejaban ruinas y mostraban descubiertos los que eran en verano misterios de su follaje, sobre los bosques de robles y sobre los campos desnudos y las pomaradas tristes pasaban de cuando en cuando en triángulo macedónico bandadas de cuervos, que iban hacia el mar, como náufragos de la niebla, silenciosos a ratos, y a ratos lamentándose con graznar lúgubre que llegaba a la tierra apagado, como una queja subterránea.

Los pasos resonaban con eco gigantesco, como si se conmovieran todos los sepulcros de reyes, en la catedral. Apenas hubo pisado las baldosas del pavimento, sintió en el rostro la caricia fría y un tanto pegajosa de aquel ambiente de bodega subterránea. En el templo todavía era de noche.

Palabra del Dia

irrascible

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