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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Apenas puedo poner atención en lo que usted me dice. No alcanzo a soportar el espectáculo de esos novios. Estoy segura de que tampoco se quieren. Me gustaría oír lo que están diciendo. Y él habla sin interrupción, parece que moviera la boca sin decir nada... Los dos tienen la cara pegada al respaldo del sofá. Ese debe ser el estado comatoso del amor.
Componían el modesto mueblaje una consola, sillas de tapicería muy usadas, procedentes de casa de los condes, y un sofá de gutapercha en plena decrepitud.
Dando una rápida vuelta fue a desplomarse sobre el sofá, poniéndose la mano sobre los ojos y diciendo con voz cavernosa: «¡Qué horrible pesadilla!». Jacinta fue hacia él, le echó los brazos al cuello y le arrulló como se arrulla a los niños cuando se les quiere dormir. Vencido al cabo de su propia excitación, el cerebro del Delfín caía en estúpido embrutecimiento.
La mesa en el centro, las paredes cubiertas de libros, y el suelo también, dejando sólo algunos senderos para llegar al sofá y a la mesa. Por uno de ellos condujo el doctor, de la mano, a nuestro joven, hasta sentarlo cómodamente, quedándose él en pie y con las manos en los bolsillos.
Pero la de Santa Cruz, después de hablar con su amiga de varias cosas, le dijo: «Aquí la espero a usted. Lleve mi coche, y luego me recogerá y nos iremos juntas». Entró inmediatamente, sentándose también en el sofá. ¡Ponerse a su lado! ¡No conocerle en la cara que las dos no podían estar juntas en parte alguna!...
Don Fermín se interrumpió para callar, respetando así el dolor de don Víctor, que se había dejado caer sobre un sofá, y apretaba la cabeza entre las manos. ¿Petra... ha sido Petra? dijo don Víctor preguntando con el tono especial del que ya sabe lo mismo que pregunta. La infeliz no comprendió al principio que su conducta podía causar nuevos estragos.
En inglés le dijo Moreno que echase agua en uno de los búcaros que en la estancia había, para poner los nardos; y sin soltar estos de la mano se dejó caer en el sofá.
Debe haber una equivocación pensó Martín . No es posible otra cosa. Subieron la escalera, el criado levantó una cortina y pasó Zalacaín. Sentada en un sofá y hojeando un álbum, había una mujer desconocida, una mujer pequeña, delgada, rubia, elegantísima. Perdone usted, señora dijo Martín , creo que usted y yo somos víctimas de una equivocación...
El gabinete, también de gran tamaño, con un balcón a la calle de Santa Lucía y dos al jardín, estaba peor decorado aún. Grandes cortinones de damasco, dos armarios de roble sin espejo, un sofá forrado de seda, algunos sillones de vaqueta, una mesa redonda en el centro y algunas sillas correspondientes al sofá; todo bien manoseado y marchito.
Pero los coscorrones a más de que pueden descompaginar los sesos, no han sido nunca eficaz remedio de amores degradados, y me dejé caer sobre un sofá profundamente desalentada. Como en otras circunstancias análogas, me acordé de frases y detalles, que según yo me decía, debían de haberme dado luz, no digo, una vez, sino veinte.
Palabra del Dia
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