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Actualizado: 20 de noviembre de 2025


Cosas, hombres, costumbres, hábitos, rutinas, prejuicios, taras hereditarias, sedimentos sociales, todo lo enfoca bajo el haz luminoso de su linterna este espíritu ansioso de saber y de bien. Hurga, remueve, corta lo enfermo, lo malo, con su bisturí implacable. Todo cae bajo la disección y el análisis.

Si yo fuera un sabio, había de componer un libro demostrando que todo este ser de la Europa del día, que todos estos adelantamientos sociales de que el mundo se jacta, se deben, en lo humano, principalmente á las mujeres. Calcula, pues, cuán alto y lisonjero es el concepto que tengo de vosotras.

Sin abandonar mis obligaciones sociales y mundanas visitas, tertulias, juntas de caridad, bailes, saraos, funerales, bodas consagro la mayor parte del tiempo a la lectura.

Os pregunto, querida, si tenéis la simpleza de tomar en serio las viejas rutinas sociales, las tontas convenciones de nuestros padres... ¡y en especial el matrimonio! ¿A dónde vamos a parar, amado Julio?

Sus caras, alteradas por el disimulo y la coquetería, eran rostros de esfinge, espejos de almas insondables. Aquellas mujeres, nacidas en las cumbres sociales, y mimadas por la fortuna, eran la obra perfecta de la Naturaleza, embellecida por las fuerzas de la civilización.

Divide casi toda la Confederacion en dos partes, la una al S.-O., casi totalmente compuesta de poblaciones de lengua, costumbres y tradiciones francesas, y la otra al N.-E., completamente germánica por sus elementos históricos y sociales.

En sus mocedades habían cosido muchos manteos y sobrepellices para los canónigos de Toledo y para los clérigos de la corte; pero en la época de nuestra historia, por razones sociales que no es oportuno consignar, sólo consagraban su mísera existencia á remendar las verdinegras hopalandas de algún escolapio ó de algún teniente cura pobre y andrajoso.

Es que estas verdades son de especies muy diferentes; es que el compas y la regla no sirven para apreciar lo que afecta el corazon; es que los sentimientos nada valen en el cálculo y en la geometría; es que las abstracciones metafísicas nada tienen que ver con las ciencias sociales; es que la verdad pertenece á órdenes tan diferentes cuanto lo son las naturalezas de las cosas, porque la verdad es la misma realidad.

Sepan los hombres que la felicidad no es la riqueza, ni el oro, ni el poder de los dioses. No es tampoco la pompa del rango supremo, ni los lazos mentirosos de las convenciones sociales, ni las rigurosas reglas de una hipócrita ley. En la alegría como en la tristeza, sólo existe para el hombre una fuente de felicidad: ¡el amor!».

Ignoro hasta dónde ha tenido la culpa la atmósfera y hasta qué extremo han podido influir las crónicas sociales. Lo mío ha sido influenza, una enfermedad que no se sabe bien en qué consiste, como sucede con casi todas las enfermedades, y que, por dolernos con ella todo el cuerpo, lo más acertado será suponer que consiste en todo el cuerpo.

Palabra del Dia

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