Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 21 de julio de 2025


Somos gente de buena maña respondió el Cojuelo. Y cuando estaban hablando en esto, llegaban al barrio que llaman de la Sangre de Cristo y al mesón de la Sevillana , que es el mejor de aquella ciudad. El Diablo Cojuelo le dijo al Estudiante:

Y sin conmoverse por lo dulce del canto ni respetar el encargo fatídico que su nieto dirigía al través de los montes á una lavandera sevillana, cayó sobre él como una pantera, le arrancó la guitarra de las manos y se la rompió en la cabeza. No satisfecha con esto, todavía aspiraba á desembarazarse de las manos que la sujetaban, sin duda para despedazarlo.

Hallólo, al fin, en Celestino Reguera, famoso acuarelista de la Escuela sevillana, de esos que prefieren lo correcto a lo grandioso y tienen en más un paisaje de Watteau que una sibila de Miguel Ángel.

Y en pronunciando la última palabra, que es el Dixi , volviendo a resonar el pájaro de plata, dijo: Yo quiero parecer presidente en publicar agora, después de mi oración, unas premáticas que guarden los divinos ingenios que me han constituido en esta dignidad; leyendo desta manera un papel que traía doblado en el pecho: «PREMÁTICAS Y ORDENANZAS QUE SE HAN DE GUARDAR EN LA INGENIOSA ACADEMIA SEVILLANA DESDE HOY EN ADELANTE.

El mismo clavel, doble, reventón y encarnado, con el rabillo tronchado al rape: el que se le había caído a Nieves de la boca y había recogido él... para volverle a tirar porque a Nieves ya no le servía... Este era el caso. Recogido el clavel, y después de contemplarle mucho, y hasta de examinar la huella de los dientecitos de la sevillana, le olió con avidez.

Al número de veintiocho llegaron las obras que Luís de Vargas dejó á la Basílica sevillana, sobresaliendo de entre todas el cuadro llamado de la Gamba en la capilla de la Concepción.

Le había visto al salir de misa y subiendo a la Glorieta, y en la Glorieta misma, arrimado a la sevillana, y en gran intimidad con ella algunas veces. ¡El grandísimo pazguato que jamás tuvo dos palabras al caso para pagarla las muchas con que ella le había buscado la lengua en más de cuatro ocasiones!

Y cuando me veía yo obligada a vender mis muebles, ellos me compraban, por un pedazo de pan, la sillería dorada de la sala y los cortinones de seda... Estaban al acecho de las gangas, y al verme perdida, amenazada de un embargo, claro... se presentaban como salvadores... ¿Qué me dieron por el San Nicolás de Tolentino, de escuela sevillana, que era la joya de la casa de mi esposo, un cuadro que él estimaba más que su propia vida? ¿Qué me dieron? ¡Veinticuatro duros, Benina de mi alma, veinticuatro duros!

Puesta la conversación en este terreno de franqueza un poco ruda, seguimos platicando amigablemente mientras dábamos vueltas por la galería. Mi compañero era un malagueño tan cerrado, como lo era sevillana la hermana San Sulpicio. Hablaba de la zeda, mientras ésta hablaba de la ese.

Contáronme cosas fabulosas sobre el lujo de ostentacion que se despliega en Sevilla en la Semana Santa, coincidiendo con la gran feria sevillana.

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando