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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Para ello no tenía, en verdad, que hacer grandes esfuerzos. Aquella noche había visto él la sociedad dominado por la idea de que iba a separarse de ella para siempre; pero no haciéndolo así, las frías amistades y los placeres y consuelos convencionales y falsos que la sociedad podía ofrecerle no eran otra cosa que otros tantos suplicios.

Montiño no pudo resistir más; su cabeza se partía, su pecho se abrasaba, y antes de que pudiese separarse de allí, su locura estalló, y gritó con un acento espantoso: ¡Perdón! ¡perdón! ¡yo pasaré todos los días de mi vida en la penitencia! ¡pero! ¡suéltame! ¡suéltame! ¡no me arrastres contigo! ¡yo pasaré mi vida orando y haciendo que la Iglesia ore por ti!

Ni una palabra sobre lo pasado, nada sobre la deslealtad del joven que nuevamente la engañaba, callándola que ya no era libre y prometiéndola no separarse más de ella. Benedicta fingió creerlo y lo embriagaba de caricias para mejor afianzar su venganza. Entretanto el moscatel desempeñaba una función terrible. Benedicta había echado un narcótico en la copa de su seductor.

Lo malo es que bien se puede apostar uno contra mil á que ese estado de florecimiento y de grandeza no llegará para Cuba, ni en muchos siglos, si prematuramente y con marcada y notoria ingratitud, lograra separarse ahora de la metrópoli.

Hay dos puros corazones Tan estrechamente unidos, Que de los dos los latidos Se responden á la par: Unos mismos sentimientos Á los dos á un tiempo agitan, Y si á un tiempo no palpitan Cesarán de palpitar. Hay dos almas que se buscan Y que en un amor se encienden, Ellas tan bien se comprenden, Que al llegarse á separar... ¡Separarse! No es posible!

Obligados al fin a separarse, los amantes aseguraron sus promesas, poniendo al cielo por testigo de sus juramentos santos, quedando María en aguardar y resistir, y don Lope en alcanzar de su padre y volver antes de mucho a poner fin a tantas inquietudes y aflicciones. Amaneció un día turbio y revuelto como ya del corazón del otoño, y don Lope disponía su viaje para aquella misma tarde.

Era pacífico por naturaleza y de un temperamento tan conciliador, que nadie podía venir á las manos con otro en su presencia: en seguida saltaba hecho una furia sobre los contendientes, y los obligaba á separarse con grave detrimento de sus pantalones, cuando no de las pantorrillas.

En el mesón del Monje, que estaba al principio de la calle de San Francisco, monté sobre un macho cargado de azúcar y campeche; después de haber recibido la bendición de mi señor padre que me contemplaba con sereno rostro, aunque con el alma acongojada por la idea de separarse de .

La forma y la idea ¿no son como el calor y el fuego? ¿Pueden separarse? ¿Puedes dejar de ser para el más hermoso, el más amado de todos los seres de la tierra cuando yo me haga dueño de los inmensos dominios de la forma? Florentina volvió. Hablaron algo más; pero después de lo que hemos escrito, nada de cuanto dijeron es digno de ser transmitido al lector. La promesa

Las palabras de entonces volvían a sus labios: «¡Novia mía!... ¡Mi walkyria!». Aquella mujer era la única en el buque que le había amado con desinterés. ¿Y quería separarse de él así, fríamente, sin añadir algo a sus palabras?...

Palabra del Dia

bagani

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