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Actualizado: 10 de mayo de 2025
De vez en cuando sonaba la arena del tortuoso sendero bajo pasos humanos.
Vamos, reverendo, un milagro; éste es el momento dijo el filósofo que miraba dolorosamente su caballo tan ricamente cargado. Muchos tiros partieron de nuevo de la cima de la montaña, pero las balas caían muertas; porque los aduanares se aproximaban lentamente y estaban aún muy lejos, a causa de las vueltas que daba el sendero.
En cuanto á las señoras, hablando solamente de la señora de Laroque y de su hija y de ningún modo de la viuda de Aubry que es una criatura de vil especie, en cuanto á esas damas no hay elogio alguno que no merezcan. Estábamos en esto, cuando el paso acompasado de un caballo se hizo oir en el sendero que rodea exteriormente el muro del jardín.
Puesta de pie, recordó el motivo de su visita, hablando de nuevo con aquel tono que revelaba su firme voluntad. Era inútil que buscase á la duquesa. La pobre, después de tantas desorientaciones en su vida, acababa de encontrar el verdadero sendero, el mismo que ella, más afortunada, había seguido en plena juventud. La virgen dolorosa habló con naturalidad del pasado de Alicia. Lo conocía todo.
Pasaba el sendero entre corpulentos y elevados árboles, cuyas ramas formaban en muchos puntos verdes arcos sobre el camino, recubierto de hierba y hojas secas. Pocas personas solían recorrerlo y el silencio era completo; una sola vez oyó Roger á lo lejos el agudo ladrido de los perros de caza.
En efecto, como esperaba, vió salir al cabo á Plutón con la frente vendada y la lámpara colgada del brazo en disposición de marchar á la mina. Se adelantó á él sin ser visto y en cuatro saltos bajó por los prados á un sendero por donde forzosamente tenía que pasar el minero. Se ocultó detrás de un árbol y esperó. Pocos momentos después pasaba Plutón.
Después habían aparecido en el parque dos hombres, Mesía y Quintanar. Don Álvaro había estrechado la mano de la Regenta que no la había retirado tan pronto como debiera; «¡aunque no fuese más que por estar viéndolos él!». Don Víctor había desaparecido y el seductor de oficio y la dama se habían ocultado poco a poco entre los árboles, en un recodo de un sendero.
El ejemplo mismo de su querido maestro no le había servido; porque si él, a pesar de su labor de obrero, había permanecido caballeresco, es porque se llamaba Aubry de Chanzelles, y de nacimiento poseía esa ciencia de la delicadeza que no se adquiere jamás. Afligido, Juan se sentó al borde de un sendero que baja casi cortado verticalmente hacia el mar, a lo largo de la barranca.
Su silueta destacábase sobre la blancura del sendero a la luz vagorosa de las estrellas. Tenía el revólver en la diestra, apretando nerviosamente la culata, acariciando el gatillo con un dedo febril, ansioso de disparar. ¡Ay! ¿no le seguiría alguien? ¿no aparecería el verro o cualquiera de los otros enemigos?... Transcurrió el tiempo sin que nadie se presentase.
No se atrevía a aproximarse a la paseante blanca, cuando de pronto un niño entró corriendo en la avenida y se perdió entre los árboles, como un conejo asustado que atraviesa un sendero del bosque. Reconoció en aquel niño a su hijo y recobró su audacia. ¿Qué es lo que temo? pensó . Nadie tiene derecho a echarme de aquí. Que esa mujer viva o que haya muerto, soy madre y vengo a ver a mi hijo.
Palabra del Dia
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