United States or Cuba ? Vote for the TOP Country of the Week !


A las cuatro de la mañana llegué á Punta Rubia, á donde hallé la mar sumamente gruesa; y en medio de la rompiente seguí con la chalupa por la proa, y toqué con la quilla en la cabeza del N de los bancos: con otro golpe de mar salimos, y seguí gobernando al S 1/4 SE por entre el rompidero de la costa, y el de los bajos, que tiene 50 brazas de latitud.

¿Qué tiene esta muchacha? pregunté yo alegremente. Debe estar enferma del estómago dijo tu abuela . Tiene vómitos, está ojerosa. Contemplé a la muchacha, que bajó la vista; le tomé el pulso, y dije: Que vaya a mi casa y la reconoceré más despacio. Bueno, ya irá. ¿Cree usted que tendrá algo grave? Ya veremos. Me despedí de la familia y seguí haciendo mi visita.

Dos o tres veces vi a Magdalena que salía y marchaba hacia las alamedas como quien busca a alguien. Desapareció y volvió otra vez, vaciló entre tres o cuatro caminos que conducían del parterre a los confines del parque y al fin tomó por uno de ellos, cubierto de olmos, que terminaba en los estanques. De un salto pasé de una a otra orilla y la seguí.

Y seguí adelante murmurando: «¡Qué chiquilla tan mona! ¡Lástima será que se la lleve un tunanteDespués me puse a reflexionar en lo fácil que me hubiera sido jugar una mala pasada al alcalde y alzarme con el cargo; pero no; hubiera sido una felonía. Por más que fuese un poco díscolo y soberbio, al fin era amigo: tiempo me quedaba para ser alcalde.

En aquel pasajero letargo, seguí oyendo el estrépito de los cañones de la segunda y tercera batería, y después una voz que decía con furia: «¡Abordaje!... ¡las picas!... ¡las hachasDespués la confusión fue tan grande, que no pude distinguir lo que pertenecía a las voces humanas en tal descomunal concierto.

Comprendí que iba a matarle, que se iba a perder sin remedio. Por eso, las últimas veces que vino acá le seguí, previendo una catástrofe. Y como él me pidiera que le ayudara, lo ayudé. ¿Matando a la mujer amada por el? Devolviéndole la libertad. ¿Y ha asesinado usted a esa criatura así, a sangre fría, deliberadamente? Vine a verla. Vine el último día para hablar con ella.

Salí de la taberna y eché a correr por el camino; el viento contrario me impedía avanzar, un viento húmedo cargado con efluvios de mar. voces de lejos de gente que pasaba. Quizá era la policía, avisada; me escondí a un lado de la carretera. Luego seguí corriendo hasta llegar a la ciudad: entré en una callejuela.

Lo que él quería conocer era el motivo que la había llevado á Java, la isla paradisíaca y misteriosa. Mi marido era comandante holandés dijo ella . Nos casamos en Amsterdam y le seguí á Asia. Ulises protestó ante esta noticia. ¿No había sido un sabio su esposo?... ¿No la había llevado á los Andes, en busca de bestias prehistóricas?...

La señorita Margarita entró casi en el momento á la pieza en me hallaba. Cuando me vió en ella, pareció poco satisfecha. Perdón, señorita; pero el criado me dijo lo esperara aquí. Tenga la bondad de seguirme, señor. La seguí. Me hizo subir una escalera, atravesar muchos corredores, y me introdujo por fin en una especie de galería donde me dejó.

Mi carrera hubiese sido lenta, y para no amargar los últimos años de mi tío, seguí sus consejos y reanudé los estudios, volviendo a la Iglesia. En un sitio y en otro se puede servir a Dios y a la patria; pero cree que muchas veces, con todo mi cardenalato a cuestas, pienso con envidia en aquel militar que viste. ¡Qué tiempos tan dichosos! Aún me tira la espada.