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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Como la crecida de las aguas había suspendido las faenas de las minas y del río, hacía ya mucho tiempo que los medios de diversión se habían agotado en Bar Sansón. Además, la subsiguiente falta de dinero y aguardiente quitaba el gusto hasta la más inocente diversión.
A veces, los profesores alternaban con ellos en estos juegos y llegaban a interesarse y a herirse en el amor propio; el capellán, principalmente, ya sabemos que se jactaba de sobresalir en toda clase de ejercicios corporales, y creía poseer las fuerzas de Sansón; así que le pinchaban un poco, se despojaba de los manteos y la sotana y se ponía a dar brincos como un zagal, cogía a los bueyes de las carretas por los cuernos, sacudía los árboles, enseñaba los brazos, levantaba los chicos a pulso y ejecutaba otras prodigiosas hazañas que recordaban las celebradas de Orlando furioso.
El divino nazareno Sansón y Palmerín de Oliva, son dos comedias de espectáculo, cuyo principal papel lo desempeña la tramoya de las máquinas. El Polifemo, auto de Montalbán, es tan extraño, que no es posible pasarlo en silencio. Ulises simboliza en él al Salvador, Polifemo al Demonio y Galatea al Alma.
Yo me siento, sobrina, a punto de muerte; querría hacerla de tal modo, que diese a entender que no había sido mi vida tan mala que dejase renombre de loco, que, puesto que lo he sido, no querría confirmar esta verdad en mi muerte. Llámame, amiga, a mis buenos amigos: el cura, al bachiller Sansón Carrasco y a maese Nicolás, el barbero, que quiero confesarme y hacer mi testamento.
Y, sacando la espada para poner en efecto el aviso y consejo de Sancho, llegó el escudero del de los Espejos, ya sin las narices que tan feo le habían hecho, y a grandes voces dijo: -Mire vuesa merced lo que hace, señor don Quijote, que ese que tiene a los pies es el bachiller Sansón Carrasco, su amigo, y yo soy su escudero.
-Pues yo voy por él -respondió Sancho. Y, dejando a su señor, se fue a buscar al bachiller, con el cual volvió de allí a poco espacio, y entre los tres pasaron un graciosísimo coloquio. Capítulo III. Del ridículo razonamiento que pasó entre don Quijote, Sancho Panza y el bachiller Sansón Carrasco
Y ellos respondieron: A prender a Sansón hemos subido, para hacerle como él nos ha hecho. Y Sansón les respondió: Juradme que vosotros no me mataréis. Entonces le ataron con dos cuerdas nuevas, y le hicieron venir de la peña.
En la carretera, galeras que ni la fuerza física ni el ingenio podían arrancar de los baches en que habían caído, obstruían el paso, y los tiros de caballos rezagados y las blasfemias mostraban más que otra cosa el camino de Bar Sansón.
Será usted mi socio; le daré el cincuenta por ciento de las ganancias.... ¿No quiere?... Sea el setenta y cinco. Al ver que yo seguía avanzando escalinata arriba sin escucharle, se llevó un silbato á la boca. Su cara fué la de Sansón agarrándose a las columnas del templo. ¡Antes morir, que ver quebrada su casa! Sonó un estallido formidable, como si se rasgase el mundo.
-A eso -dijo Sancho-, no sé qué responder, sino que el historiador se engañó, o ya sería descuido del impresor. -Así es, sin duda -dijo Sansón-; pero, ¿qué se hicieron los cien escudos?; ¿deshiciéronse?
Palabra del Dia
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