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Actualizado: 1 de octubre de 2025


2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego? 3 Respondió Jesús: Ni éste pecó, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. 5 Entre tanto que estuviere en el mundo, luz soy del mundo. 6 Esto dicho, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó el lodo sobre los ojos del ciego,

Escupía Sancho a menudo, al parecer, un cierto género de saliva pegajosa y algo seca; lo cual visto y notado por el caritativo bosqueril escudero, dijo: -Paréceme que de lo que hemos hablado se nos pegan al paladar las lenguas; pero yo traigo un despegador pendiente del arzón de mi caballo, que es tal como bueno.

A su lado en el tronco dos estaban, A la banda siniestra y la derecha: Aquestos la saliva le quitaban, Que gritando el monazo vierte y echa. Concluso su sermon, todos gritaban, Y la cuadrilla y junta ya deshecha, Aprieta cada cual dando mil gritos, Y despacio el mono y pagecitos.

El aflujo de saliva ni escluye la sed, ni la sensacion de sequedad en la garganta, cuya circunstancia prueba, en union con la sequedad general de las superficies mucosas, que el aflujo de saliva es debido á alguna cosa espasmódica, mas que á la accion simpática del estómago despues de la comida.

Iba á contestar, cuando el maligno Canciller tomó una paja larga y fina, sacada al parecer de una costilla de labores, y mojando la punta en saliva se la metió por una oreja á Pacorrito con tanta presteza, que éste no se enteró de la grosera familiaridad hasta que hubo experimentado la sacudida nerviosa que tales chanzas ocasionan. Ciego de furor, echó mano al cinto y blandió la plegadera.

Tampoco existe salivacion, ni el menor aflujo de saliva, lo cual está en armonía con el estado de tension y de eretismo que se observa en los enfermos curados por el ambar, ni del mismo modo se presenta tumefaccion sensible en las amígdalas y garganta, á pesar de algunos síntomas de angina.

Sentí la mirada de don Oscar en la mejilla, como una bofetada que me la enrojeció; pero no volví los ojos hacia él. ¿Viene usted de Málaga? pregunté, por preguntar algo. , señor, vengo de Málaga... Me trae aquí un asuntillo, ¿sabusté?... un asuntillo dijo, dando un chupetón y soltando el consabido chorrito de saliva.

Toma indicó Petra, acometida de una risa infantil al repasar, con el dedo mojado en saliva, las hojas . Se marca con rayitas: tantas cantidades, tantas rayas, y así es más claro... Se da un real, ea. ¿Pero no ven que está nuevo? Su valor, aquí, lo dice: «dos pesetas». Regatearon.

El autor de los Pétalos al aire comenzó a tragar saliva como si algo le estorbase en la garganta. Era duro afirmar su vanidad; pero como de no hacerlo se le escapaba uno de los caracteres típicos del genio concluyó por estar conforme con que jamás pensaba en otra cosa más que en mismo.

Yo la he visto en casa de este, con su gran mandil blanco, su falda bajera ceñida al cuerpo, la pantorrilla un poco al aire y los brazos un todo al fresco... colorada, excitadota.... El flamenco tragó saliva. Es la mujer X dijo sin poder contenerse . ¿Y él? añadió. ¿Quién? El sabihondo ese... ¡Ah! ¿don Saturnino? Pues tampoco fue a casa.

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