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JUANA. ¡Jesús! el renegado no ha querido un fraile y se hace acompañar por un sacerdote. ¡Qué corrupción! UNA VOZ. ¿Se han fijado, señores, cómo va vestido? JUANA. Todo de negro... ¡Jesús y qué desvergonzado! En lugar de pensar en la eternidad va oliendo una ramita de jazmín... UN HOMBRE. El infame no parpadea siquiera. ¡Muera! ¡muera!

9 Y toda ofrenda de todas las cosas santas que los hijos de Israel presentaren al sacerdote, suya será. 10 Y lo santificado de cualquiera será suyo; asimismo lo que cualquiera diere al sacerdote, suyo será. 11 Y el SE

Todo se lo creyó Doña Paca, que rezaba algunos Padrenuestros para que Dios aumentase la piedad y las rentas del buen sacerdote, por quien Benina tenía algo que traer a casa.

Disponíase a tranquilizar a la moribunda deslizando un juramento en su oído cuando se oyó una campanilla que le hizo estremecerse y quedar como clavado en su sitio. Era el sacerdote que volvía en compañía del sacristán de San Felipe de Roule y de dos monaguillos para administrar a Magdalena los últimos sacramentos. Todos callaron al sonar la campanilla y se postraron de hinojos.

Y como el sacerdote permanece confundido ante el sacrificio de la iglesia devastada y del tabernáculo violado, Liette se quedó anonadada viendo a su ídolo, a su dios, arrancado brutalmente del altar que ella le había levantado en su corazón.

Parecíale que las rugosidades de la corteza adquirían expresión de ira y se animaban con terrible mirada. Al primer golpe, parecía la húmeda madera como sonrosada carne de ninfa. «El sacerdote lo ha permitido, pero ¿qué dirá la propia divinidad? ¿No retrocederá el hacha de pronto, para hendir el cuerpo de quien la esta manejando

¡Grandiosa creacion, en verdad, si sobre ella no tendiese sus alas negras un ángel terrible; el egoismo! Pero sin duda la Providencia quiere valerse de ese egoismo como de una palanca que remueve á la humanidad, para empujarla luego hácia sus fines predestinados. Un sacerdote protestante nos acompañaba. El ómnibus paró, y el sacerdote desapareció con su equipaje.

Y aquel discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al atrio del sumo sacerdote; 16 mas Pedro estaba fuera a la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, y metió dentro a Pedro. 17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres también de los discípulos de este hombre? Dice él: No soy.

Y no obstante trascendía a clérigo, revelándose el sello formidable de la ordenación, que ni aun las llamas del infierno consiguen cancelar, en no qué expresión de la fisonomía, en el aire y posturas del cuerpo, en el mirar, en el andar, en todo. No cabía duda: era un sacerdote.

A él no se acerca amigo inteligente, ni maestro, ni sacerdote.