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Actualizado: 16 de mayo de 2025
A su vuelta a Saboya, hicieron que la amiga viniese con ellas para prodigarle a su vez la hospitalidad que de ella habían recibido; estaban, como es natural, satisfechas de poderle ofrecer su patria, su castillo, cuantas consideraciones gozaban en su provincia y en los dominios que les habían sido restituidos en parte.
Todo le hablaba de la fuga, de la incógnita y deliciosa ocultación en aquel país tan calurosamente descrito por Leonora, desde los macarrones del almuerzo y el Chianti en empajada y ventruda redoma, hasta el castellano defectuoso y musical de los dueños del hotel, carnosos hombretones con enormes bigotes que recordaban los tradicionales mostachos de la casa de Saboya.
El Papa trabajaba con vehemencia; el Duque de Saboya no era obstáculo; la llegada á España de la flota de galeones consentía el refuerzo de ejército y armada. ¡Qué letargo el de Francia; qué negligencia en Inglaterra; qué dolor no haber interceptado los tesoros de las Indias, siguiendo el plan que él mismo entregó á la Reina!
Días antes había pagado doscientos francos por un sello antiguo de cera de Yacoub Almanzor, que ostentaba en letras árabes esta hermosa leyenda: «Que Dios juzgue a Yacoub, como Yacoub haya juzgado». La corrrona esta es de Italia: corrrona rreal sobre la cruz de Saboya prosiguió el tío Frasquito . Uno idéntico tengo de Víctor Manuel, perrro estos otros no los conozco...
Al volver un recodo del desfiladero se encuentra la union de las estrechas gargantas ú hoyas del Agua-Negra y del Trient, riachuelo que desciende del extremo setentrional de los nevados que forman la cadena del Monte-Blanco. La Saboya ha terminado, y el país suizo, lleno de encanto y majestad, desarrolla sus contrastes de ricos y complicados valles y montañas colosales y abruptas.
Hubiérase dicho que se tenía a la vista una de esas alegres aldeas de la Saboya o de mis queridos Pirineos , con sus cabañas de paja o con sus techos rojos de teja, sus ventanas azules y sus paredes adornadas con cortinas de trepadoras, sus patios llenos de árboles frutales, sus callecitas sinuosas, pero aseadas, sus granjas, sus queseras y su gracioso molino.
La gran isla de Camarga, cuyos bordes se ven á lo lejos entre los dos Ródanos, y que tiene lo menos ochocientos kilómetros de superficie, es en sí, un presente del río que en otros tiempos formaba parte de los montes de Suiza y de Saboya. Tal es el trabajo geológico de la corriente, trabajo colosal que se continúa sin cesar. No obstante, el silencio más profundo impera á su alrededor.
El camino de la «Cabeza-Negra.» El canton de Valais. El Valle del Dranza y Martigny. El Ródano. Allí el viajero se encuentra totalmente rodeado de los magníficos cuadros de la naturaleza alpestre, de tal manera análogos, aunque multiformes, que no se percibe muy fácilmente la transicion al pasar del país monárquico de Saboya á la republicana Suiza.
He podido conseguir de mi marido y de mis hermanos permiso para trasladar a mi Alfonso del colegio de Lyón al de los Jesuitas establecido en Belley, al lado de la frontera de la Saboya. Yo misma le he acompañado; y después de haberlo dejado bajo la confianza de los padres, he llorado mucho. 27 de octubre.
Quizá fuera el traje de corte de alguna dama de las que acompañaron a María Luisa de Saboya cuando vino a desposarse con Felipe V. La señá Rafaela tenía la costumbre de ponerse las antigüedades de indumentaria femenina que venían a parar a su tienda. Era a la vez un prospecto y un goce para ella.
Palabra del Dia
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