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Actualizado: 15 de junio de 2025


Esta canción solía decir la cantaba Gastibeltza, un piloto paisano nuestro, de un barco negrero en donde yo estuve de grumete. Gastibeltza solía cantarla cuando dábamos vuelta al cabrestante para levantar el ancla, o cuando se izaba algún fardo. ¿Cómo era la canción? le decíamos nosotros, aunque la sabíamos de memoria . ¡Cántela usted!

Nosotros sabíamos cómo marchaba la maquinación, y dejábamos hacer a los conspiradores, convencidos de su impotencia. Un día, al anochecer, en que los conjurados comenzaron a gritar, los prendimos y se les cogió el escrito de asociación y un trozo cuadrado de tela negra. Todos fueron arrestados, menos los convalecientes; unos firmaron, otros pusieron una cruz en el papel, por no saber firmar.

Pero como nadie le conocía y sólo sabíamos de él que era bajo y rechoncho y manejaba la pica como un ariete, es de temer que la excomunión no le haya alcanzado, ó lo que es peor, que haya recaído sobre algún otro maldito tudesco de los muchos que dejan su tierra para dejar después el pellejo en Francia.

No, no por cierto; en la calle Ancha de San Bernardo. Pues he aquí que estamos en la plazuela de Santo Domingo. Y dentro de poco estaremos á su puerta. En efecto, poco después el bufón llamaba á la puerta de la Dorotea. Salió á abrir Casilda. ¡Oh! ¡bien venido seáis, tío Manolillo! dijo la joven ; no sabíamos qué hacer con la señora; está terrible. Entrad, entrad.

Entretanto, y mientras se tomaban disposiciones para rechazar un segundo ataque, que no sabíamos si sería por la derecha o por el centro, retiraban los españoles sus heridos, que no eran pocos; mas no ciertamente en mi división, la cual estuviera hasta entonces a la defensiva, tiroteándose ambos frentes a alguna distancia.

Y como nosotros no sabíamos la habilidad que tenía de los dedos a la muñeca, creímoslo; y el soldado juró de no jugar más, y yo de la misma suerte. El se reía a todo esto. Tornó a sacar el rosario para rezar; y yo, que no tenía ya blanca, pedíle que me diese de cenar y que pagase hasta Segovia la posada de los dos, que íbamos en púribus. Prometió hacerlo.

La mayordoma pasó instantáneamente de la sorpresa á la alegría. ¡Oh, señor, todos lo sabíamos!... y todos ansiábamos que llegase pronto este momento. Luego abrazó y besó á Flora con entusiasmo y la felicitó de todo corazón. Que sea por muchos años. Dios y la Virgen del Carmen le , señor, larga vida para gozar el cariño de una hija tan buena y tan hermosa.

La travesía del Pacífico no sabíamos lo que nos reservaba. Zaldumbide veía únicamente la manera de desquitarse de sus pérdidas anteriores, y dijo: Si nos molestan los chinos, los echaremos al agua. Zaldumbide no tenía ninguna simpatía por los celestes, y se le había ocurrido que era más cómodo, en caso de necesidad, en vez de echar agua a los chinos, echar los chinos al agua.

Ya sabíamos que habías salido bien. ¿Has pinchado al coronel? , en un brazo. ¿Cómo fué eso? Verás .... Y le contó los pormenores del lance. Todas se acercaron para escuchar. El coronel se había levantado los pantalones al llegar al jardín y se había remangado la camisa como un carnicero. Atacó furiosamente; pero se fatigaba en seguida, como hombre obeso que era y algo tocado del corazón.

No merece que vuelvas a pensar en la muy sinvergüenza. ¿Que qué hacía? Ponerte cuernos. ¡Como si con un granadero como no tuviera bastante una pitifláutica como aquélla! Todas las del coro sabíamos que le regalaste el mantón bordado y la mar de medias. Decía que te iba a dejar el estanco hasta sin esponja para mojar los sellos.

Palabra del Dia

rigoleto

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