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Durante los meses de febrero y marzo, en los que todo el pais semeja una sábana sola con tres palmos de nieve, lo que hace el paisaje monótono, porque es el mismo en todas partes, las diligencias tienen la originalidad de rodar sin ruedas, y con gran velocidad.

Callaba Benina, tapándose la boca con la sábana, y esta humildad y moderación encendieron más el rencorcillo de la viuda de Zapata, que prosiguió molestando a su compañera: «Nadie reconoce como yo tus buenas cualidades, porque las tienes; pero hay que ponerte siempre a distancia, no dejarte salir de tu baja condición, para que no te desmandes, para que no te subas a las barbas de los superiores.

La familia, consternada, apenas si mostró extrañeza por la presentación de estas dos mujeres en aquella casa donde nadie había entrado durante seis meses. Querían ver el niño, el pobre albaet; y entrando en el estudi, le contemplaron todavía en la cama, el embozo de la sábana hasta el cuello, marcando apenas el bulto de su cuerpo bajo la cubierta, con la cabeza rubia inerte sobre el almohadón.

Continuamente parecíame que alguien me llamaba en la escalera... Y además, ¡una fiebre, una sed! Nadie hubiera sido capaz de hacer que yo bajara... ¡Me daba tanto miedo el difunto! Sin embargo, hacia el alba me animé un poco. Llevé a mi compañero a su cama, le eché la sábana encima, recé algunas oraciones y en seguida fui a hacer señales de alarma.

En la noche anterior no había ganado más que seis cuartos. ¡Había estado tan fría! Como que amaneció Madrid envuelto en una sábana de nieve de media cuarta de espesor. Y todo el día siguió nevando sin cesar un instante, lo cual les tenía sin cuidado a la mayoría de la gente, y fue motivo de regocijo para muchos aficionados a la estética.

A la media hora la pobre niña descansaba tranquila, y su mamá se fue a dormir al sofá del gabinete, porque la cama despedía fuego. Antes quiso dar parte a su marido de la desazón de la niña. ¿Lo de siempre? preguntó él desde el embozo de la única sábana con que se cubría. , lo de siempre, pesadilla, convulsiones; ha sido de los ataques más fuertes. Por fin se ha tranquilizado. ¡Pobre ángel!

Toma dijo ella autoritariamente; y le envió al rostro una sábana que sostenía por el extremo opuesto. Miguel se vió envuelto en una nube de batista impregnada de perfume femenino. Fué por un instante nada más, pero á él le pareció algo extraordinario, de duración sin límites, más allá del tiempo y del espacio. Tuvo el presentimiento de que este hecho insignificante iba á datar en su vida.

Prestó a la muerta este servicio piadoso y terrible, y después de contemplarla un instante con muda y dolorosa mirada, cubrió con la sábana a guisa de sudario aquel hermoso rostro helado por el soplo de la muerte. Y entonces los tres, arrodillados y llorosos, oraron en la tierra por la que en el mismo instante también oraba por ellos en el Cielo.

Alguien temblaba misterioso, invisible y al mismo tiempo sonriente, en esta atmósfera fantástica: una fuerza sobrenatural que parecía embellecerlo todo con su contacto. La salud que llegaba. La sábana de agua que se encorvaba al desprenderse de las altas rocas despertó en su memoria ensueños anteriores.

Encendió la criada la lámpara de velar, con su bombillo de ópalo: salió de puntillas: cerró la puerta con mucho cuidado. Y en cuanto estuvo cerrada la puerta, relucieron dos ojitos en el borde de la sábana: se alzó de repente la cubierta rubia: de rodillas en la cama, le dio toda la luz a la lámpara de velar: y se echó sobre el juguete que puso a los pies, sobre la muñeca negra.