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Actualizado: 2 de julio de 2025
El maestro ruso, que era para Toledo un hombre antipático é inquietante, abandonó de pronto el palacio Lubimoff. Tal vez sentía celos de la influencia creciente del coronel; tal vez asuntos misteriosos lo atraían lejos de París. La princesa no experimentó ninguna pena con esta desaparición del sabio.
Al final de la avenida destacaba su mole el Arco de Triunfo sobre un cielo coloreado por la puesta del sol. Una nube roja flotaba en torno del monumento, reflejándose en su blancura con palpitaciones purpúreas. Desnoyers se acordó de los cuatro jinetes y todo lo demás que le había contado Argensola antes de presentarle al ruso.
Un náufrago austriaco les infundió el amor a la filología; dio unas cuantas lecciones de alemán y ruso a varias personas caracterizadas de la localidad, y al cabo de dos meses se escapó con seis mil reales de D. José el Estanquero, dos mil de D. Remigio Flórez y algunas pesetas más de otros caballeros. No se habló de otra cosa en un par de meses.
LA CONDESA. ¡Quia! ¡No...! Es una mujer de la mejor sociedad. Es la viuda del célebre barón ruso Maschine, que fué muerto en Petrogrado cuando la primera revolución. El barón, que había sido locamente rico, habíase arruinado, en parte, por satisfacer los gustos dispensiosos de su esposa; cuando murió, mi amiga Maschine descubrió súbitamente su pobreza. Como era muy linda...
Luego vieron más navíos ingleses que rondaban ante sus costas como perros agresivos y vigilantes. Dos acorazados de la América del Norte se dieron á conocer por sus mástiles en forma de cestos. Después pasó á todo vapor, con rumbo al Báltico, un navío ruso, blanco y lustroso desde las cofas á la línea de flotación. «¡Mal! clamaban los viajeros procedentes de América . ¡Muy mal!
Y sobre el conjunto, un lazo de unión íntima que les comunica el carácter de vigorosa personalidad que distingue más a un colombiano de un hijo de Venezuela o del Ecuador, que a un ruso de un persa. ¿Qué hay dentro de esos millares de leguas?
Ya de pié, preguntó al garçon, que podria ser hombre de cuarenta y cinco á cincuenta años, si recordaba algun convite célebre, dado en aquel establecimiento. He conocido varios, me contestó; pero el más lujoso fué el que dió, á poco de abrirse el restaurant, un embajador ruso á todo el cuerpo diplomático extranjero.
Y nunca se la había visto en público tan serena, tan elegante, tan hermosa, ni tan envidiada, como se la vio después del «grave suceso», ni se había mostrado delante de la gente tan expresiva ni tan afable con el subsecretario de Gobernación, ni tan atenta y cortés con el príncipe ruso, que, por cierto, no tardó tres días en largarse de allí.
El mismo día de su instalación, un agente de la policía secreta vino á hacer preguntas al portero del palacio. Quiero que mi hijo sepa el ruso dijo la princesa . Además, aprenderá mucho con Sergueff. Es un verdadero sabio, digno de mejor suerte. Saldaña exigió que tuviese igualmente un maestro español, y ella no se opuso.
Cerca de su casa encontró á Tchernoff. Don Marcelo estaba de buen humor. La seguridad de que iba á ver pronto á su hijo le comunicaba una alegría infantil. Casi abrazó al ruso, á pesar de su aspecto desastrado, sus barbas trágicas y su enorme sombrero, que hacían volver la cabeza á los transeuntes.
Palabra del Dia
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