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Actualizado: 17 de junio de 2025
Suspiró doña Guiomar, partiósele de los ojos, aunque involuntariamente, una mirada, que como si hubiera sido fuego del cielo, en su dulce fuego abrasó el corazón de Cervantes, y luego, bajando los ojos ruborosa la bellísima doncella viuda, quedose en silencio como si la grandeza de lo que sentía la vedara el uso de la palabra.
Margarita, con los hermosos ojos fijos en el suelo, parecía ruborosa y como con miedo; pero no embargante esto, cuando oyó los pasos de Cervantes y las palabras que doña Guiomar, con la voz no muy segura, le había dirigido, alzó la vista y en él la fijó, y de tal manera, que él se encontró entre dos fuegos; que de una parte le miraban los lucientes y enamorados ojos de doña Guiomar, y de otra los más tímidos, aunque no más castos, de Margarita, que aunque triste y apenada por la muerte de su madre y por la tristísima orfandad en que se veía, no se defendía del amor que por Cervantes en el alma se le había entrado, y le mostraba claramente en su mirar ansioso.
Bien quisiera yo permanecer aquí más largo tiempo, rodeado de tantas cosas bellas y al decirlo miraba con admiración á la ruborosa Tita pero fuerza es volver á nuestra posada y eso antes de que á ella regrese el señor de Morel.
Don Juan la retenía en sus brazos, reclinada sobre su hombro su cabeza, y lloraba. Apartad, señor, apartad dijo doña Clara con voz dulce ; vuestra esposa os lo suplica. Don Juan soltó á doña Clara, que estaba ruborosa y trémula. ¿Es verdad que me amáis tanto?... exclamó la joven, mirando con toda la fuerza de sus ojos negros á don Juan.
Al pasar por la cocina hablaba en voz baja con señora Juana; encendía un puro, y se iba. Jamás se atrevió a fumar delante de mis tías. Angelina, tan desdeñosa conmigo cuando estábamos solos, en presencia de mis tías se mostraba amable y obsequiosa. Cuando yo no la veía me miraba; cuando yo clavaba en ella los ojos volvía el rostro encendida y ruborosa. ¿Me amaría la doncella?
El ríe con ella y dice: No es una mujer lo que necesito ahora. ¿Entonces, qué? Una hermana. Pues bien, ya tienes una dice ella levantándose de un salto y acercándose a él. Después, avergonzada sin duda de su vivacidad, se deja caer ruborosa sobre el banco de césped. ¿De veras? dice con los ojos brillantes. Ella hace un leve mohín y dice vivamente: ¿Hay que hacer tanto esfuerzo acaso?
Palabra del Dia
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