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Por mucho que lloviese, Novillo no dejaba de venir a la Rúa Ruera, bien provisto de chanclos de goma, polainas de cuero, un impermeable con capucha y, además, un paraguas abierto. Se guarecía en un portal, y allí montaba la centinela a la soberana de su corazón. ¿Qué habría sucedido ahora?

Hállase labrada en el más primoroso y delicado estilo del Renacimiento, y parece una enorme filigrana calada en piedra por los plateros de la calle de la Rúa, parece un trabajo chino de marfil, parece la mística puerta de algún lugar santo. Benvenuto Cellini se hubiera enorgullecido de cincelar en oro una creación semejante.

«¿No los habrán dejado en casa? ¿Están juntos todavía?». Y sin pensar lo que hacía, siguió hasta la calle de la Rúa, por el mismo camino que había andado a mediodía. Los balcones de casa del Marqués estaban también ahora abiertos; pero la luz no entraba por ellos, salía a cortar las tinieblas de la calle estrecha, apenas alumbrada por lejanos faroles de gas macilento.

Sus calles principales son la Rua Dereta y la Rua d'Ouvidor: la primera de estas es ancha y despejada; en el centro está el edificio de la Bolsa: es calle muy concurrida y de bastante animacion; tiene buenos comercios y cafés, empieza en la plaza de Palacio y termina cerca de una iglesia cuyo nombre he olvidado.

La Rua d'Ouvidor es la principal calle de Rio Janeiro, por la importancia de los elegantes comercios que la adornan: es recta y desemboca en la rua Dereta, que, como ya he indicado, es de las mejores de la ciudad.

Lario examina el dibujo, y exclama, despojándose del sombrero, meneando la cabeza y rascándose el colodrillo: La calle no puede ser más fea. El dibujo no puede ser más hermoso. Puesto que ya la has perpetuado, ahora debían arrasar la Rúa Ruera.

Como illo tempore no había coches de plaza, hubimos de ir a pie, preguntando por la Rúa Ruera, la calle donde está el palacio de Somavia. Ya en la calle, nos guió hasta la misma puerta del palacio un rapacejo pelirrojo, como de mi edad, que acompañaba a una niña. ¡Niña más delicada, dulce y hermosa...! El nombre del rapaz, Celesto; de la niña, Angustias. Fuimos amigos desde luego.

Nos queda ahora por explicar el origen de lawa que es lo que verdaderamente encierra el significado de dos: proviene del tahitiano a-rua, ó más bien rua, quitando la partícula enunciativa que ya conocemos.

Después de visitar a otros dos Pacos de importancia y a una Paca beata, el Magistral, con un tantico de hambre, de hambre sana, entró por los pórticos de la plaza Nueva en la calle de Los Canónigos, atravesó la de Recoletos y llegó a la de la Rúa, y al portero del marqués de Vegallana, que era un enano vestido con librea caprichosa, le preguntó con voz temblorosa: ¿Está el señorito?

Como Bruto a la silueta de César en la tragedia shakespeariana, digo a la sombra incorpórea del excelente don Amaranto: ¡SpeakSpeak! Y la sombra rompe a hablar, con la propia gracia y penetración que hace tantos años me deleitaban: ¿Vas a describir la Rúa Ruera? ¿Vas a describirla, o vas a pintarla? Advierto dos novedades. Primera, que don Amaranto ahora me trata de .