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Lo mismo hicieron Rita, Obdulia, que desde hacía poco tiempo era tertulia asidua de la casa, Marcelina y también Serafina Barrado, a pesar de la mirada oblicua que le dirigió su capellán D. Joaquín. Marciala y Filomena se hicieron las distraídas hablando con D. Peregrín Casanova, y saludaron al fin desde su asiento con sonrisa halagüeña.

La señora Rita entró a encender un velón de aceite, pues la estancia ya estaba casi en tinieblas; después extendió el mantel para la cena sobre una mesa de castaño, negra y pulida por los años de uso. Al poco rato vino con una cazuela humeante, que depositó sobre la mesa, diciendo: La cena en la mesa. ¡Santa palabra! exclamó el cura levantándose.

El 17 salimos de esta jornada, caminamos 19 leguas hasta que paramos en un recodo, y en este espacio de navegacion observamos que nuestro rio diversas vueltas y revueltas al S, N y O. A las 6 leguas de camino entra un rio llamado Santa Rita, ó Mais Gordo, que debe su nacimiento á la Sierra del Alumbre, ó Santa Bárbara.

Estas señoritas finas son muy delicadas y difíciles para todo.... Y cuando no hay un gran físico.... Si fuese por el estilo de su hermana Rita....

A veces, en sus breves visitas a Rucanto le acompañaba Rita, la buena anciana, siempre ganosa de ver a su santa querida. Vivía la fiel servidora al lado del médico, ocupando en la casa de Luzmela su puesto de confianza, tantos años acreditado por una constante adhesión al difunto caballero. En vano intentara Rita continuar al inmediato servicio de Carmen.

Y me respondieron que se llama la Cruz del Negro. ¿Podéis decirme, señorita, por qué se le ha dado un nombre tan extraño? No lo contestó Rita . Quizá será porque habrán crucificado en ella a algún negro. Sin duda así es dijo el barón ; sería en tiempo de la Inquisición.

Aquella noche Rita había entrado, como siempre, en la tertulia, sin hacer ruido, y se había sentado en el sitio acostumbrado, cerca de su tía, para verla jugar. Esta no había observado la proximidad de su sobrina, sino cuando preguntada por el duque acerca del enlace que había rehusado, se había visto obligada a responder. ¡Jesús!

, señora respondió el barón . La admiro y la venero; es decir, la música profunda, sabia, seria; la música filosófica, como la han entendido Haydn, Mozart y Beethoven. ¿Qué está diciendo? preguntó el general a Rafael, que se había acercado para saludar a Rita ¡Música seria y sabia! ¡La filosofía del taralá! ¿Cómo pueden decirse tamaños desatinos delante de gentes sensatas?

Así pues, hace seiscientos años que estos símbolos están a la entrada de aquel grande y noble edificio, como una inscripción que el pueblo comprende, sin saber leer. El barón sentía mucho no poder adoptar la versión de Rita. Entre tanto la marquesa dijo a Rita: ¿Por qué has ido a decirle esa tontería del negro crucificado? ¿No habría sido mejor contarle la verdad?

Rita tenía el blanco mate limpio y uniforme de las estatuas de mármol; su hermoso cabello era negro; sus ojos, notablemente grandes, de un color pardo oscuro, guarnecidos de grandes pestañas negras y coronados de cejas que parecían trazadas por la mano de Murillo.