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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Subiendo, pues, el Rio de la Plata, Al Paraguay se llegua muy ameno, El cual con menos furia se desata, Y en su corriente viene mas sereno. Por sus riberas caza bien se mata. Que el campo de venados est

La joven se ruborizó ligeramente y replicó con viveza: He leído en El Conde de Montecristo que el tabaco turco era un perfume y yo que aquí, a la vista de las riberas de Turquía, no se fuma de otro. No se trata de esos nauseabundos cigarros que usaba usted y cuya sola vista me hace daño.

Desde las costas de Andalucía hasta las vertientes de los Pirineos; desde las riberas de Cataluña, bañadas por el Mediterráneo, hasta el Océano occidental, asistían los españoles al teatro, celebrándolo con su inteligencia perspicaz y magnánimo corazón, porque veían en él á mismos con perfección más ideal y más vivamente personificados, y porque, revestidas de imágenes atrevidas, admiraban las hazañas de sus antepasados y los sucesos más notables de su historia, y porque la realidad presente, como un espléndido panorama, se desenvolvía ante ellos en toda su inmensa extensión.

En su propio suelo, en el de los aliados, tal vez en Oriente, y ahora tornaban otra vez á la tierra de sus primeros combates. Cuando creían haberlo hecho todo, se enteraban de que aún no habían hecho nada. En el tejer y destejer de la guerra, era preciso empezar otra vez. Cuatro años antes se imaginaban haber decidido el triunfo en las riberas del Marne, y ahora volvían de nuevo al Marne.

A la mitad de la tercera jornada se llega á la confluencia del rio Chaparé; dejando entónces el Mamoré se sigue por la nueva corriente, que es mucho mas angosta; pero cuyas riberas, en vez de hallarse guarnecidas de esos boscages modernos que crecen sobre los terromonteros, están pobladas de selvas tan antiguas como el mundo.

#El agua de la ciudad# En nuestros países de la Europa civilizada, donde el hombre interviene por todas partes para modificar la naturaleza á su gusto, el arroyo cesa de ser libre y se convierte en cosa de los habitantes de sus riberas. Lo utilizan, según les conviene, para regar las tierras ó para moler el trigo.

Cuando se siente amor al arroyo, no produce bastante satisfacción el mirarlo, estudiarlo y pasear por sus riberas; se siente la necesidad de mayor intimidad con él, sumergiéndose en sus aguas. Como nuestros antepasados, nos convertimos en tritones.

Del río, que regolfando en las riberas serpenteaba entre prados y huertas, se desprendía un vapor gris, deshecho al menor soplo del aire, y la corriente mansa y negruzca pasaba silenciosamente por las presas de los molinos abandonados, como mofándose de las ruedas paradas.

¡Ah, es una felicidad! Efectivamente, en aquel momento me hallaba bastante satisfecho de mi suerte. Las dos riberas entre las cuales nos deslizábamos, estaban cubiertas de heno recién cortado, que perfumaba el aire.

Gaboto lo había bautizado con el título de río de la Plata por varias planchuelas procedentes del alto Perú que le habían trocado las tribus, pero jamás en sus riberas se había encontrado una pepita de dicho metal. Era más justo su primer nombre de «Mar Dulce»: expresaba mejor su acuática inmensidad, sin orillas visibles.

Palabra del Dia

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