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Actualizado: 8 de junio de 2025


Jamás me ha dado un motivo de queja. Deseo que encuentres uno igual. Las riñas del marido, su carácter irritable, su voluntad avasalladora, perdían toda importancia para ella al pensar en su fidelidad. En tantos años de matrimonio... ¡nada!

No están conformes los biógrafos de D. Marcos en la causa de ciertas riñas, que pusieron á la esposa en peligro de morir á manos de su esposo: unos lo atribuyen á veleidades del escritor; otros más concienzudos, y buscando siempre las causas recónditas de los sucesos humanos, á que el pesimismo adquirido cultivando las letras infiltróse de tal modo en su pensamiento, que llenó su vida de melancolía y fastidio. ¡Tal influjo tienen las grandes ideas en las grandes almas!

Nuestros lectores saben que don Modesto, esencialmente grave y pacífico, tenía una profunda antipatía contra toda especie de disputas, altercados, riñas y quimeras.

Discordia de los cristianos, disposiciones de los Cários contra ellos: los Yapirús y Nagases ayudan á los españoles. Enviado á España Alvar Nuñez, empezó entre los cristianos tanta discordia que ninguno deseaba el bien de otro: todo era pendencias y riñas, sin que en mas de un año ninguno anduviese seguro, ni se escusasen los ruidos causados por haber enviado á España á Alvar Nuñez.

No quisiera hablar mal de éste, visto que Aquel que nos ha puesto en él sabe algo más que nosotros; pero cuando se piensa en la embriaguez y en las riñas, así como en las enfermedades y en las angustias de los moribundos cosas que he visto tantas y tantas veces , complace oír hablar de una mansión más feliz. El niño canta bien, ¿no es verdad, maese Marner?

Las odaliscas turnaban en su favor con alternativas de escándalos y riñas, sin que el ilustre Ingeniero se decidiese formalmente por ninguna. Sentado en el hermoso sillón, daba vueltas al manubrio, deleitándole los chillones sonidos, que acompañaba con movimientos de cabeza.

Muy bueno y deseable sería que no hubiese riñas sino paz entre los hombres; pero ya que hay riñas, es laudable y extraordinario progreso el desafío bien ordenado entre particulares.

En Bulusan, como en la mayor parte de los pueblos playeros del estrecho hay no afición, sino fanatismo por el gallo y sus peleas, de las que dice un notable escritor. «En Filipinas la pasión por los juegos de gallos es un verdadero delirio, y ninguna ley puede hacer variar el número y duración de las riñas que producen tal carnicería en los combatientes que bien puede dársele el calificativo de inhumana.

Por ningún dinero se desprende de su gallo favorito, y algunos poseen hasta media docena de estos inapreciables tesoros, á cuyo servicio se les ve exclusivamente dedicados. Para estas riñas, cada pueblo tiene su gallera, que produce al Gobierno una renta bastante considerable.

En una de ellas encontré, por mi desdicha, a Tristán de Ugarte, que ha sido para uno de esos hombres providencialmente funestos, seres reclamos del mal que se ponen en el camino para arrastrarnos al vicio y a la ruina. Ugarte estaba de piloto en un barco negrero; se había marchado de él hacía unas semanas, y llevaba una vida de riñas y francachelas.

Palabra del Dia

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