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Actualizado: 13 de junio de 2025


Viéronse crucifijos remontando los ríos contra su corriente; vírgenes que inmovilizaban la carreta que las conducía para manifestar su voluntad de no pasar adelante y que allí mismo las erigiesen un templo; imágenes que, ocultas en el suelo, se anunciaban con músicas y luces misteriosas. Todos los prodigios divinos de la metrópoli se repitieron en las Indias, como la copia repite el original.

«¡Ya llegan, ya llegan! repitieron los del Casino y las señoras de la Audiencia cuando la procesión llegaba de verdad. Ahora no era un rumor falso, eran ellos, era el Entierro». Cesaron los comentarios en los balcones. Todas las almas, más o menos ruines, se asomaron a los ojos. Ni un solo vetustense allí presente pensaba en Dios en tal instante. El pobre don Pompeyo, el ateo, ya había muerto.

Apretábase el seno hasta hacerse daño; subía el cuello de los vestidos contra las prescripciones de la moda; no se mudaba la camisa sino a oscuras, y cuando no tenía los guantes puestos jamás daba la mano a un hombre. La historia de su casamiento fue verdaderamente curiosa, llena de incidentes cómicos que se repitieron durante mucho tiempo por la ciudad.

Ofendida excesivamente la soberbia diabólica de tal desprecio, se echaron sobre él, y con una fiera tempestad de muchos y crueles golpes, le pisaron, hirieron y maltrataron tanto, que le hicieron arrojar por la boca gran copia de sangre; y por más que repitieron los golpes, aunque lo redujeron á los últimos peligros de la vida, nunca pudieron contrastar su constancia.

Aquí tenemos al paladín alemán y por su aspecto parece muy temible enemigo. Advertid al rey de armas que les permita encontrarse por tres veces en la liza, ya que tanto depende ahora del resultado de este combate. Sonaron de nuevo los clarines, hizo el rey de armas la señal que repitieron los farautes y se adelantó el último campeón de los gascones entre los vítores desaforados de la multitud.

¡Un verdadero timo! repitieron en coro las amables señoritas de Platavieja, rodeando al punto como enjambre de mariposas a los dos diputados, jóvenes y solteros, con la idea sin duda de pegarles alguno. Imposible fue ya continuar la plática ante aquellos testigos, y la noche corrió lenta y aburrida, sin más incidentes.

Todos sabían que aquella noche, era noche de motín; pero creían que sería uno de tantos, y que con las precauciones tomadas por la autoridad militar, no pasaría de ser una manifestación con algunos tiros, dos ó tres heridos y regular número de presos. Aguardaron un momento á ver si se repetían, y, efectivamente, se repitieron con más fuerza. No hay más remedio que bajar á ver quién es.

Al pasar por delante del hogar agarró un tizón encendido, acción que repitieron los demás de la partida, siguiéndolo de cerca, codeándose, y antes de que Daniel, el asombrado propietario de la droguería, conociera la intención de sus huéspedes, la sala estaba completamente desocupada. Hacía una noche más oscura que boca de lobo.

Los fugitivos le buscaron en una de sus visitas á la capital, implorando su protección. «La romántica» lloraba, afirmando que sólo su cuñado, «el hombre más caballero del mundo», podía salvarla. Karl le miró como un perro fiel que se confía á su amo. Estas entrevistas se repitieron en todos sus viajes.

Los que tal hacen no pertenecen á la raza de los humanos: no creo en ellos, y si los hay, que se digan sus nombres. Sepamos quiénes son; conozcámonos. ¡Que se digan los nombres! repitieron cien voces. Es preciso decía el primer orador purificar esta noble asamblea.

Palabra del Dia

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