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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Si esas piedras pudiesen decir lo que han visto; si esta tierra pudiese hablar, ¡cuántos crímenes, cuántas agonías, cuantas lágrimas, cuántos gemidos, cuántos arcanos y cuántos y cuán graves remordimientos vendrian á caer sobre la conciencia de Paris!
Con la misteriosa fuga de Margarita él quedaba solo, en una soledad que le inspiraba remordimientos. Aquella tarde, al pasear por los bulevares, había tropezado con un amigo algo entrado en años, un consocio del Círculo de esgrima frecuentado por él. Era el primero que encontraba desde el principio de la guerra, y juntos pasaron revista á todos los compañeros incorporados al ejército.
Dado el carácter de la Condesa, la seriedad de sus escrúpulos, la sinceridad de sus remordimientos, debemos creer que, apenas usted se marchó, ella comenzó otra vez a acusarse, a prohibirse el mantenimiento de la esperanza que acababa de conceder y aceptar. En tal situación, ¿qué motivo tenía el Príncipe para matarla?
Conmovida más profundamente de lo que hubiera deseado, permaneció largas horas despierta, gozando unas veces en hacer revivir los incidentes que le habían revelado la pasión de Juan, y desolada en seguida y llena de remordimientos ante la idea de lo que creía ser su defección respecto a Huberto. Muy adelantada estaba la noche, cuando le pareció oír gemidos.
Al verle me separé diciendo: Comandante, un hombre de honor no tiene más que una palabra; mantened la vuestra. Subí a mi cuarto, con la desagradable convicción de que había seguido por completo el ejemplo del gobierno, pisoteando todos los principios de la dignidad. Pero ¡bah! si uno no se ayudara un poco en la vida, ¿cómo podríamos salir del paso? Esta reflexión acalló mis remordimientos.
Anochecía, seguía lloviendo, los mozos de servicio encendían dos o tres luces de gas en el salón, y Quintanar conocía por esta seña y por el cansancio, que le arrancaba sudor copioso, que había hablado mucho; sentía entonces remordimientos, se apiadaba de Mesía, le agradecía en el alma su silencio y atención, y le invitaba muchas veces a tomar un vaso de cerveza alemana en su casa.
Mas, apenas agitamos un poco tan misteriosas profundidades, nos extraña ver cómo surge de ellas todo un extraño mundo de insospechadas aprensiones, de confusos remordimientos y de dudas jamás presentidas.
Pero le parecía tan extraño e inverosímil que un hombre tímido, inexperto, desprovisto de atractivos mundanos pudiese obtener los favores de señora tan rica y tan hermosa, que al instante las abandonaba o se mecía en ellas dulcemente a sabiendas de que eran pura quimera. Además, no podía librarse de los agudos remordimientos que de vez en cuando le asaltaban.
Isabel se despide tiernamente de sus hijos y de su esposo, á quien asegura, repetidas veces, que recibe gustosa la muerte de su mano; el Conde, no sintiéndose con fuerzas bastantes para matarla, encarga á un criado que lleve á la mar en una barca á Isabel, y que la abandone á merced de las olas. El acto tercero nos ofrece al mísero Conde atormentado por los remordimientos y presa del delirio.
Consideré al Barón herido, y tuve piedad de él y pensé en el bálsamo que podía curarle. Mi generosa piedad fue aguijoneada por algo a modo de remordimientos.
Palabra del Dia
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