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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Don Víctor, a quien los remordimientos, durante la recaída de su mujer, habían hecho jurar que hasta verla salva, sana, jamás se apartaría de ella, faltó al juramento en cuanto la creyó fuera de peligro.

Con arreglo a este principio, Goethe se libertaba de sus pasiones desgraciadas, de los recuerdos que más pesar le traían, de los deseos que más le atormentaban y hasta de sus remordimientos, tomándolos por objeto de su observación, haciéndolos asunto de su imitación, buscando en ellos lo característico, y acudiendo luego con la poderosa fantasía a bordar sobre aquella traza primera un poema, una leyenda o un drama; una obra de poesía, que le dejaba consolado y libre, y que debía ejercer sobre los demás hombres el mismo benéfico influjo que sobre él ejercía.

El oír con deleite, como oía, aquella música insinuante, ya era molicie, ya era placer sensual, peligroso: pero... ¡decía tan bien aquel violín las cosas raras que estaba sintiendo él! De repente se acordó de sus treinta y cinco años, de la vida estéril que había tenido, fecunda sólo en sobresaltos y remordimientos, cada vez menos punzantes, pero más soporíferos para el espíritu.

Y con esto, buenas noches y que Dios y Santa María nos tengan en su santa guarda y nos libren de duendes y remordimientos. CRÓNICA DE LA

A todas partes, menos allí. Y como hombre que ha caído tan hondo, tan hondo que ya no puede sentir remordimientos, apartó su vista del incendio para fijarla en aquella luz macilenta; luz de cirios que arden sin brillo, como alimentados por una atmósfera en la que se percibe aún el revoloteo de la muerte. ¡Adiós, Pimentó! Bien servido te alejas del mundo.

Y ¡congratulaos, señores sabinos! ahora, por fin, podemos acometer nuestra gran empresa, porque tenemos la dirección exacta. ¡Miradla! MARCIO. ¡Miradla! Una carta certificada que firma «Un raptor arrepentido». El autor dice en ella que tiene remordimientos de conciencia por su mala acción; jura que no raptará ya más mujeres, y pide perdón humildemente.

El salón de invierno ofrecía el aspecto de una reunión de familia después de una desgracia. Ojeda también estaba triste. La soledad favorecía el desarrollo de sus remordimientos. Pensaba con vergüenza en sus aventuras, y a la vez, por una contradicción bizarra, pensaba también en Nélida, extrañando su ausencia.

Alrededor del lecho estaban los dos médicos, Frígilis que tenía lágrimas heladas en los ojos, Ronzal, estupefacto, y el coronel Fulgosio lleno de remordimientos. Bedoya había acompañado a Mesía, que pocas horas después tomaba el tren de Madrid, tres días más tarde de lo que Frígilis había pensado.

¡Inmóviles siguen los ojos de Angué! ¿Dormirán ante el temor de algún remordimiento, ó ante el éxtasis del placer de una satisfecha venganza? No. Angué no tiene remordimientos, como no los tiene ninguna india. Todo lo que hacen creen lo pueden hacer. El deber y el honor tiene en la india una interpretación muy diferente que en el viejo mundo.

Con tales remordimientos estaba el de Luzmela perturbado, y por esquivar tan íntima turbación, o porque fuese aquélla para él una hora de evocaciones aventureras, cayó de pronto en su memoria otra página galante de sus años mozos. Esta no había quedado mojada de lágrimas: risueña y gozosa, fué otra de sus grandes locuras.

Palabra del Dia

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