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Guardo yo aquel mechón de tus cabellos como el devoto la reliquia santa, como el sórdido avaro su tesoro, como el proscrito guarda, en su triste destierro, los recuerdos dulces y halagadores de la patria. Y cuando estoy a solas, dueño mío, doy rienda suelta a mis mortales ansias, y aquel precioso rizo que tu frente un día engalanara, beso mil y mil veces amoroso, evocando tu imagen adorada.

Diciendo esto, trajo un pañuelo, y desdoblando una de las puntas despaciosamente, y como si se tratara de la más venerable y santa reliquia, sacó una moneda de plata que puso ante la vista de Santorcaz, sin permitirle que la tocara.

La imperial señora lo alargó inmediatamente a su hija Recareda y ésta se apresuró a llevarlo con la misma unción que si fuese una reliquia a la caja donde su madre guardaba los manuscritos más preciosos. Mi colección de autógrafos se dignó decir la señora, paseando su mirada imponente por el concurso es acaso la más rica que hoy existe en Europa.

Ante todo este clavo, uno de los que contribuyeron al infame suplicio que tuvo por consecuencia la redención de la humanidad. Obtuve esta reliquia invaluable de los descendientes de José de Arimatea, que viven todavía en Jerusalén. ¿Y esas piedras y maderas? preguntó Tristán, no menos sorprendido que sus compañeros.

Para tenerlo guardado siempre como una reliquia en un cofrecito de cristal y ponerlo al lado de mi cama; para sacarlo cuando me vaya á acostar y acordarme de ti y darle un millón de besos... ¡Calla, calla! exclamó la niña sonriendo ruborizada. El diez y seis; el treinta y nueve; el setenta pelado, y revuelvo. ¡Jesús, qué setenta interrumpió D.ª Demetria; ni una sola vez deja de salir!

En el comedor, la abuela hace admirar como una reliquia la inmensa y antigua tapicería que ocupa todo un ancho hueco: una historia de caza, en la que se adivina una historia de amor.

Capitan Tinong, aunque tenía en much aquella reliquia, estaba dispuesto á cedérsela á su íntimo amigo, á quien no había podido visitar durante su enfermedad.

Pareciéndole al Padre que el mal empezaba á dar algunas treguas, y que los demonios, por la intercesión de Nuestro Padre San Ignacio, cuya reliquia la aplicó, se habían ausentado de la cámara de la enferma, precisado de otra ocupación, se partió de allí, con intento de volver cuanto antes.

En este año se trajo en procesion á la catedral una reliquia de S. Zoilo á 17 de junio. El obispo mandó hacer para ella un relicario de gran riqueza. Se mantuvo en la catedral hasta el 14 de abril de 1714, en que se llevó á la iglesia de S. Miguel. Hubo en este año algunos dias de luto en los cuales se consideró perdido el reino con los grandes progresos que volvió á hacer el enemigo.

París entero correría a postrarse ante aquel exótico zapato y él sería entonces el sumo sacerdote que mostrase la reliquia a la turba de noveleros. Y como si Jacobo leyese en su frente aquel deseo, y desde las alturas de la columna de honor en que el viejo le colocaba se dignase realizarlo, le dijo de pronto: Tío Frasquito..., hazme un favor... ¿Qué?... Guárdate eso... ¡Perrro, hombre!...