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Actualizado: 19 de junio de 2025


La comitiva recorrió las calles deteniéndose delante de algunas tiendas de montañés y haciéndolas abrir para beber unas cañas. Los novios, que habían regresado juntos en una berlina, dieron esquinazo á su cortejo y se escabulleron bonitamente para casa.

Justamente a la noche siguiente apareció en la tertulia el conde. ¿Cómo? ¿Usted por aquí? ¿Ha regresado ya de la Granja? le preguntó D. Pedro, clavándole una mirada penetrante. Definitivamente, no. Tengo el coche abajo, y me vuelvo a dormir. Se aburre usted allí, ¿verdad? le preguntó D. Cristóbal Mateo. Por el día no.

¡Zopenco! me contestó . Esto no ha sido más que una fiestecilla de pólvora, y todavía no ha empezado lo bueno. ¿Crees que no hay más franceses que esos cuatro gatos de Ligier-Belair? ¿Qué sabes si a estas horas Vedel, que a Andújar fué en auxilio de Dupont, habrá regresado a Bailén?

Recordaba haberlo visto repetidas veces en su vida y, en ocasiones, había regresado a su casa preocupado con aquel encontradizo, que se cruzaba con él, tan a menudo, en las puertas de la ciudad. ¿No sería el mismo personaje misterioso que había dado muerte al jabalí, en aquella partida de caza?...

El día anterior había regresado muy tarde á la ciudad, después de verse festejado y admirado durante varias horas por más de cien mil mujeres. Su discurso en las gradas del templo de los rayos negros lo había escuchado esta enorme multitud, interrumpiéndolo con aplausos. Su éxito resultó tan ruidoso como el del joven poeta rival de Golbasto.

El señor de Maurescamp, después de haber estado un momento en la Opera, había regresado al Círculo, y sabido allí por casualidad la presencia del conde de Lerne en el baile de los Hermany. Sabía que su mujer debía ir a él. Como no tenía ninguna delicadeza en sus sentimientos ni en su corazón, ni aun se le ocurrieron los motivos honorables que habían dictado el proceder de Jacobo.

Pero parecía como si estuviera aparte contemplando su antiguo sér con cierta curiosidad desdeñosa, compasiva y semienvidiosa. Aquel antiguo sér había desaparecido, y otro hombre había regresado de la selva: más sabio, dotado de un conocimiento de ocultos misterios que la sencillez del primero nunca pudo haber conseguido. ¡Amargo conocimiento por cierto!

Por lo tanto había regresado, y volvió á llevar en el pecho, por efecto de su propia voluntad, pues ni el más severo magistrado de aquel rígido período se lo hubiera impuesto, el símbolo cuya sombría historia hemos referido, sin que después dejara jamás de lucir en su seno.

La sirvienta pensaba con razón, que el señor podía haber notado su ausencia, que la niñita podía haber llorado, que Blanca podía haber regresado del club; pero el negro, rumboso al fin, como todos los de su clase, quería concluir la noche con una cena en un café de la vecindad y porfiaba por retener a su mascarita.

¡Oh! ¡Es triste la vejez! Algunas noches, el viejo solía adormecerse ligeramente en medio de la muda contemplación de su hija. El reloj daba las doce, sin que Blanca hubiese regresado a aquel hogar trunco por la oposición de su vejez a su juventud.

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