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Actualizado: 13 de octubre de 2025
No, no contaba él así; no se representaba las cantidades fijas, ni menos la suma de todas; él recordaba que primero había prestado lo que no tenía; después muchísimo más, y, por último, que había cometido el gran sacrilegio de profanar una cantidad sagrada, producto del secreto del confesonario, empleándola en un corsé regente, en unos búcaros con chinos pintados, en sortijas, flores y pantalones de señora... ¡Horror! «Sí, horror, pero ¿y qué se le iba a hacer?
Folgueras, que así se llamaba el impresor arruinado, quedaba como dueño y regente de ella. Cobraría por la tirada del nuevo periódico un tanto, mayor dos veces, según nuestros cálculos, a lo que cobran en las mejores imprentas de Madrid. No era mucho si se tiene en cuenta el mérito de los tórculos y el acendrado amor que les profesaba.
Inútilmente se cansaba el regente del reino, arzobispo de Toledo, para hacerla viajar de dia, sin el cuerpo de su esposo; todo era en vano: de suerte que no habia otro recurso que repetir todas las noches el entierro. Asi caminaron hasta entrar en Tórtoles, poblacion donde tuvo su padre el gusto de abrazarla.
Esta comitiva compuesta de mas de 500 personas se dirigia al mercado donde se celebraba el auto de fé. Cuando despues de la expulsion de los moriscos fue menor el número de los penitentes, se celebraron en el 2.º patio de la ALJAFERIA haciéndose por los inquisidores el recibimiento del regente, oidores, Justicia de Aragon y jurados en la sala baja que llamaban de los mármoles.
Verdad era que sus cincuenta y tantos años parecían sesenta; pero sesenta años de una robustez envidiable; su bigote blanco, su perilla blanca, sus cejas grises le daban venerable y hasta heroico aspecto de brigadier y aun de general. No parecía un Regente de Audiencia jubilado, sino un ilustre caudillo en situación de cuartel».
Y por si alguno duda de su veracidad, le diré que todo él consta con más extensión y pormenores con otros casos parecidos, en un Informe secreto que el regente de la Audiencia de Sevilla elevó al monarca sobre diferencias que hubo entre el Arcediano de Niebla y un sobrino del cardenal Arzobispo de Sevilla, del cual informe existe copia, y que lleva la fecha de 27 de Febrero de 1596.
Entre estas últimas la más íntima y asidua fue Lucía Población, aquella joven rubia que D. Manuel de Rivera saludó en el Prado llevando a Miguel en su compañía. Los pormenores biográficos que había dado a su sobrino eran exactos. Lucía no tenía fortuna; vivía atenida a una pensión que el Estado le pagaba por haber sido su padre regente de la Audiencia de Puerto Rico.
Miraba con impaciencia la mesa de tresillo donde don Andrés con otros tres prohombres jugaba su diaria partida, y esperaba el momento en que viniera cual de costumbre a sentarse junto a él, para que le contemplasen en sus funciones de Regente, cobijando bajo su autoridad y sabiduría de maestro al príncipe heredero.
Por fin, después de prometer de nuevo disimular, ocultar su dolor, su ira, lo que fuera, pero sólo por aquella noche, llamó el digno regente jubilado con el mismo aldabonazo enérgico y conciso con que hacía retumbar el patio, cuando la casa era honrada y el jefe de familia respetado y tal vez querido.
Ripamilán, que años atrás iba de tapadillo al teatro alguna rara vez, escondiéndose en las sombras de una platea de proscenio o sea bolsa, vio una noche el drama titulado: Los hijos de Eduardo, arreglado por Bretón de los Herreros, y en cuanto salió a escena Glocester, el Regente jorobado y torcido y lleno de malicias, exclamó: ¡Ahí está el Arcediano!
Palabra del Dia
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