United States or Qatar ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sentados en las blandas almohadillas de un diván, los dos amigos encendieron sus cigarros en silencio, y luego el marino, sin petulancia, con una sinceridad admirable, reanudó su relato: Pues Carmencita me quería, chico; ¡vaya una tentación!

Y todo en su persona demostraba la facilidad con que podía olvidarse de su parentesco si recibía la orden de proceder contra don Marcelo. Calló éste, bajando la cabeza. ¡Qué iba á hacer!... El capitán reanudó sus amabilidades, como si hubiese olvidado lo que acababa de decir. Quería presentarle á sus camaradas.

Julio no había ido á Biarritz para vivir con los suyos... El mismo día de su llegada vió de lejos á la madre de Margarita. Estaba sola. Sus averiguaciones le hicieron saber que la hija vivía en Pau. Era enfermera y cuidaba á un herido de su familia. «El hermano... indudablemente, es el hermano», pensó Julio. Y reanudó su viaje, dirigiéndose á Pau. Sus visitas á los hospitales resultaron inútiles.

Habían quedado establecidos varios puentes sobre el Marne y la invasión reanudó su avance. Los regimientos se ponían en marcha lanzando su grito de entusiasmo: «¡Nach ParisLos que se quedaban para continuar al día siguiente iban instalándose en las casas arruinadas ó al aire libre. Desnoyers oyó cánticos.

¡Que el diablo cargue con él! observó cristianamente el notario. Este, a partir de aquel día reanudó su vida ordinaria: salió carruaje, a caballo, a pie; danzó los bailes del faubourg, y embelleció con su presencia el foyer de la Opera. Todas las mujeres lo acogieron perfectamente, en el mundo y fuera de él.

José Luis, que había interrumpido intrigado por aquel mudo lenguaje una relación sobre costumbres típicas en el sur de España, la reanudó al momento. Su charla era chispeante, llena de comparaciones pintorescas y de reflexiones chistosas que intercalaba con evidente propósito de matizar más brillantemente su relación. Pero se advertía que algún episodio de efecto lo contaba ya de memoria.

Impulsado por la curiosidad, hizo Robledo involuntariamente un leve gesto de aceptación y ella reanudó su marcha. Pero sólo dió algunos pasos, deteniéndose ante la cancela de un bar de aspecto sórdido, con tupidos visillos en los cristales. Guiñó un ojo, y abriendo la mampara desapareció en el interior del sucio establecimiento. Quedó indeciso el español.

Llegó el tren, tomamos asiento en un coche de primera, y Sarto, cómodamente arrellanado, reanudó su lección. Consulté mi reloj, mejor dicho el reloj del Rey, y vi que eran las ocho en punto. ¿Habrán ido a buscarnos? ¡pregunté. ¡Con tal que no descubran al Rey! dijo Tarlein inquieto, mientras que el impasible Sarto se encogía de hombros.