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Actualizado: 24 de junio de 2025
Yo me fui a la Mancha con él, y mi hermanito se quedó aquí con una tía de mi madre. Pasado algún tiempo, mi tío el canónigo se olvidó de pagar la pensión. Es el mejor de los hombres; pero tiene unas rarezas...». Desde la mitad de esta relación, ya tenía Isidora que beberse las lágrimas entre palabra y palabra.
El millonario movió melancólicamente la cabeza. Sí; poseía todo lo que da la felicidad aparentemente; por esto á nadie comunicaba su tristeza, para que no le creyesen loco. Únicamente á su primo, que conocía por sus estudios las rarezas de la vida, se atrevía á hablarle.
Dígotelo, porque al fin vas, ¡caray! vas, sí, señor, y sin grandes resistencias, y hasta llevas esas pinturillas contigo... ¡bien llevadas, muy bien llevadas! eso es; muy bien llevadas, por lo mismo que te las han pedido y desean verlas... Yo pensé... ¡ahí tienes!... que no te prestarías a ello, porque hasta de mí las has escondido siempre, por esas rarezas, ¡caray! que nunca he podido explicarme... eso es... Pero la fuerza de las cosas ha querido que el león se te vaya a la mano; y, como te decía antes, no te ha parecido tan fiero como visto a larga distancia... eso es... y ya te das a partido, ¡caray!
Su padre fue un mentecato a quien su madre, mujer de rara energía, tuvo siempre esclavizado hasta la degradación. De sus tíos, uno paró en el manicomio, otro fue notabilísimo matemático, pero tan excéntrico que sus rarezas se guardaban en Lancia como manantial de anécdotas chistosas; otro se metió en la aldea, se casó con una labradora y se mató a fuerza de aguardiente.
Jamás se describieron con tal lujo de pormenores cosas en rigor muy insignificantes. Lucía estaba ya al corriente de las rarezas, gustos e ideas especiales de Artegui, conociendo su carácter y los hechos de su vida, que nada ofrecían de particular.
Compraré cuadros de los grandes maestros, y tapices y antigüedades, y todo lo que sea curioso sin dejar de ser bello, porque las rarezas sin hermosuras me desagradan como las bellezas comunes. JOAQUÍN. ¡Bendito sea tu talento! ISIDORA. En mi casa no entrarán los tontos; eso puedo jurártelo. Me rodearé de hombres discretos, distinguidos.
Se dirá que la novela sigue siendo política, y que esto la daña; pero aunque sea cierto que las ideas políticas salen de los límites del arte, ¿quién duda que las extravagancias y ridiculeces de la vida pública caen, como todas las demás rarezas humanas, bajo la jurisdicción del satírico y del pintor de costumbres? ¿Por qué no ha de describirse una escena de club o de comicios electorales, como se describe una escena de taberna o de mercado?
Decian el avariento y el logrero: No hay duda de que roba este hombre las provincias; afeaba sus rarezas el extravagante; decia el sensual que solo con sus gustos tenia cuenta; y esperaban las mugeres que en breve le sustituiria otro ministro mas mozo. Oía Babuco todas estas razones, y no pudo ménos de decir: ¡Qué hombre tan dichoso es este!
Sin embargo, esta tierna precipitación no se avenía, por cierto, con su actitud subsiguiente, tan llena de silenciosas reticencias, ni menos con la enigmática aprensión con que había rehuido su caricia. ¿Eran desigualdades de su carácter, simples rarezas, como ella decía? Se sorprendió de no haber puesto la atención, hasta entonces, en la manera casi hostil con que le trataba Raquel.
Va a creer que hay en tu vida alguna mancha cuyo recuerdo te obliga a rechazar lo mismo que deseas. ¡Pobre de él y pobre de ti como se le meta eso en la cabeza! Vamos a ver: ¿en qué fundas tu terquedad? Cuando tales cosas escuchaba Felisa, dejaba caer la cabeza sobre el pecho y contestaba con evasivas. No sé... rarezas mías... ya nos casaremos.
Palabra del Dia
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