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Actualizado: 3 de junio de 2025
Tanto os han visto, que ya lo sabe vuestro padre. ¿Y qué es lo que sabe? Leed, prima. Y la abadesa puso en el torno que tienen todos los locutorios la carta que acababa de recibir, y dió la vuelta al torno. La de Lemos tomó la carta y leyó. Era de su padre. En ella decía á la abadesa que habían visto meterse en el convento y en uno de los locutorios á su hija, y tras ella á Quevedo.
Me voy cansando de mi residencia en este lugar, y cada día siento más deseo de volverme con Vd. y de recibir las órdenes; pero mi padre quiere acompañarme, quiere estar presente en esa gran solemnidad y exige de mí que permanezca aquí con él dos meses por lo menos. Está tan afable, tan cariñoso conmigo, que sería imposible no darle gusto en todo. Permaneceré, pues, aquí el tiempo que él quiera.
Jaime creyó recibir en el pecho una piedra, un guijarro caliente que tal vez había hecho saltar el estrépito de la detonación. «¡No es nada!», pensó. Pero al mismo tiempo viose en el suelo, sin saber cómo, tendido de espaldas. «¡No es nada!», pensó otra vez.
15 El que camina en justicia, el que habla rectitud, el que aborrece la ganancia de violencias, el que sacude sus manos de recibir cohecho; el que tapa su oreja, por no oír sangre; el que aprieta sus ojos, por no ver cosa mala; 17 Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán la tierra que está lejos.
No dejó de sorprenderle al excusador el aire de autoridad del viejo doméstico, y lo poco en que tenía la voluntad de su amo para recibir o no las visitas.
La empuñadura tenía una guarda de gran tamaño que protegía bien mano y muñeca, y al comienzo de la cruz, junto á la hoja, una profunda muesca destinada á recibir y retener la espada del adversario y á romperla ó desarmarlo por medio de un vigoroso movimiento de la muñeca.
Saliendo un día juntos de la iglesia, el P. Gil, que acababa de recibir un fuerte desaire de sus compañeros, se lo dijo, sin lamentarse, como si le diera cualquiera noticia. No hagas caso de ellos le replicó el viejo caudillo, poniéndole la mano rugosa y seca como un haz de sarmientos sobre el hombro. Son todos unos maricas.
Y el admirador se sentó, con la satisfacción de un devoto que entra en el santuario del ídolo, dispuesto a no moverse de allí hasta el último instante, recreándose al recibir el tuteo del maestro, y llamándole Juan a cada dos palabras, para que muebles, paredes y cuantos pasasen por el inmediato corredor pudieran enterarse de su intimidad con el grande hombre.
Fernanda besó a su padre y entró en el coche. El pobre anciano, al recibir aquel beso en la mejilla, pensó que una corriente de aire frío entraba por ella paralizando sus miembros y helándole el corazón. El látigo chasquea. «Adiós, Fernanda; abrígate, Fernanda. Adiós, Santos. Que vengan ustedes pronto.» Ya están en camino. Antes de una hora llegan a Meres, esperan la diligencia y suben en ella.
Tú, cuyas órdenes habian sido obedecidas desde las orillas del Ródano al Desierto, te humillaste á recibir las de una ciudad hasta entonces desconocida, las de la ciudad de Baeza.
Palabra del Dia
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