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Actualizado: 19 de junio de 2025


Para esto siempre tenía que emplear el castellano: ¡Canalla! ¡Granuja! le decía . ¡Viejo cochino! ¡Cobarde! Marqués contestaba a los insultos con un ladrido suave, que parecía una quejumbrosa protesta, movía la cola como un péndulo y se ponía a andar en zig-zag, olfateando por todas partes. De pronto veía que algunas hierbas se movían y se lanzaba a ellas como una flecha.

Escuchó sin pestañear la lectura que con monótona y quejumbrosa voz le endilgara su amigo Simplón. Y, después de oírla, meneó doctoralmente la cabeza a uno y otro lado, diciendo: Como ensayo, no está mal tu cuento-poema, Juanillo. Carece de lugares comunes, y esto demuestra tu buen gusto. Pero tu prosa no está del todo escrita, y sólo queda lo que está escrito.

Rodeado de esta alta fama culinaria, mal que bien, Juanillo escribió su «Canto del Cisne». Volviose con él a la capital y se lo leyó con su quejumbrosa voz a del Laurel y su inseparable Aristarco López... Mejor, mejor, va mejor, muchacho afirmó del Laurel. Pero todavía ni sueñes en publicarlo. No está escrito, no.

Cuando la botella de champaña hubo resucitado en el cubo por tercera vez, la marquesa, que parecía envidiar á los que daban vueltas en el centro del salón, dijo con su voz quejumbrosa de niña: ¡Quiero bailar, y nadie me saca!... Su marido se levantó, como si obedeciese una orden, y los dos se alejaron girando entre las otras parejas.

Casi celebraba esta ruina que le había desarraigado de la tierra paterna. ¿Quién podía saber lo que le esperaba al otro lado del Océano?... Abandonando el grupo del Morenito, avanzaron hacia la proa Maltrana y Castillo. Una voz quejumbrosa les hizo detenerse. ¡Don Isidro!... ¡Buenas tardes, don Isidro y la compaña!

Algo susurraron los dos antes de que ella se retirara. Nones habló cariñosamente a la enferma, que le miraba con empañados ojos, sin dar ninguna respuesta a sus palabras... Por fin, echó una voz que parecía infantil, voz quejumbrosa y dolorida, como de una tierna criatura lastimada.

Aún rebuscaba en su falda las migajas sobrantes para aprovecharlas, cuando se oyeron crujidos de catre, carraspeos, los ruidos característicos del despertar de una persona, y una voz entre quejumbrosa y despótica llamó desde la alcoba cercana al portal: ¡Amparo! Se levantó la niña y acudió al llamamiento, resonando de allí a poco rato su hablar.

Lloraba con amargo desconsuelo, y las lágrimas calmaron sin duda, su loca furia. Acercose Benina un poquito, y vio su rostro inundado de llanto que le humedecía la barba. Sus ojos eran fuentes por donde su alma se descargaba del raudal de una pena infinita. Pausa larga. Almudena, con voz quejumbrosa de chiquillo castigado, llamó cariñosamente a su amiga. «Nina... amri... ¿Estar aquí ti?

Y a impulsos de la esperanza, que pone la dicha más allá de la realidad del momento, en la incertidumbre de lo ignoto, veía Mina la salud, la paz y el olvido en aquel país de misterio hacia el cual la llevaba el buque, tierra maravillosa de la que no conocía ni el idioma. El pequeño, agarrado a una mano de su madre tiraba de ella con melopea quejumbrosa.

En cuanto se alejaron un poco del sitio de la Nozaleda comenzaron los cánticos. Esto es lo que caracteriza la vuelta de las romerías en aquella región. Las artesanas de Sarrió se precían de tener buena voz, y hacen bien. Generalmente la emprenden con alguna canción romántica, una melodía tendida y quejumbrosa, buscando armónico acompañamiento por medio de la segunda voz en terceras.

Palabra del Dia

rigoleto

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