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Actualizado: 22 de junio de 2025


No puede en adelante ser dichoso o desgraciado mi porvenir sino en virtud de lo que usted se digne resolver. ¿Bastará con que le diga que no hay uno solo de sus méritos, uno solo de sus atractivos, uno solo de sus sufrimientos de que no me sienta profundamente, perdidamente penetrado? »Estimo a usted tanto, señorita, que me parece cometer una profanación al osar amarla.

Era harto sabida en Madrid la leyenda de la semejanza, con todos sus antecedentes, y hubiera sido una profanación inicua someter aquel ángel a nuevas comparaciones y nuevos comentarios del público mordaz. Por eso se creía más obligado a alejarse de ella cuanto mayores eran sus deseos de acercarse.

Semejante profanación, próxima o lejana, llenaba de escrúpulos mi corazón.

De aquí, segun algunos, el llamarse comunmente esta capilla de la Sangre; pero hay quien escribe que es debida esta advocacion á un triste caso de tremenda profanacion ocurrido por los años de 1482 con el tesorero de la catedral D. Pedro Fernandez de Alcaudete, que habiendo escondido en el Sacrificio la Hostia Sacramentada en un zapato, fué sorprendido en este abominable delito por el rastro de sangre que dejó su pié en dicha capilla.

Así como el primer impulso de la profanación será dirigirse a lo más sagrado del santuario, la regresión vulgarizadora contra la que os prevengo comenzará por sacrificar lo más delicado del espíritu.

Por lo demás, yo no me jacto de gazmoñería; pero la conversación de que era testigo, tenía, según mi opinión, la grave falta de ultrapasar los límites de la broma más libre; todo lo tocaba al pasar, lo ultrajaba todo alegremente, y tomaba, en fin, un carácter muy gratuito de universal profanación.

Es decir que aquel hombre no sólo no había hecho caso de la resuelta despedida que le daba en su carta, sino que llevaba su osadía hasta presentarse en el Sotillo. ¡En el Sotillo, donde después de la marcha de su marido no había puesto ella misma los pies por temor de cometer una profanación!

Del arte nadie sabía nada más que él: pronunciaba la palabra ahuecando la voz y paseando su mirada fulgurante por los circunstantes como si temiese cualquier profanación y estuviese apercibido a reprimirla de un modo sangriento.

Pues así como suena. ¡No faltaba más que deslucir la procesión eliminando de ella a la llorona! El sagaz arzobispo se sonrió y, acatando la voluntad del pueblo, mandó que siguiese su curso la procesión; pero en el año siguiente prohibió con toda entereza a los mercedarios semejante profanación. En cuanto a las plañidoras de entierros, ellas pelecharon por algunos años más.

Lo de que don Paco hubiese regalado también parte de su chocolate irritó ferozmente a doña Inés; lo consideró una verdadera profanación y casi le hizo perder los estribos; pero al fin pensó en la situación en que se encontraba, ya fuera de cuenta, y logró reportarse. Su moderación y sus cuidados no fueron inútiles.

Palabra del Dia

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