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Me parece que en estos momentos, cuando se halla tan cercana la realización del constante sueño de mi vida, es como una profanación distraer la mente hacia otros objetos.

Y él se salió a la calle: repitiendo: «¡Gran mujer, gran mujer!». ¡Falsificación! ¡Profanación de aquella santa escritura de la cual emanaba el más santo de los derechos!

Me parecieron una profanación aquellos arrequives en tal cuerpo que no había sido formado para tener por fondos los artificios convencionales de la ciudad, sino los inmutables y grandiosos escenarios de la Naturaleza.

Verdad era que San Vicente estaba convertido en cuartel y dentro de sus muros retumbaba la indiscreta voz de la corneta, profanación constante del sagrado silencio secular; del convento ampuloso y plateresco de las Clarisas había hecho el Estado un edificio para toda clase de oficinas, y en cuanto a San Benito era lóbrega prisión de mal seguros delincuentes.

Pero el atorrante, que creyó percibir dejo de mujer, apresuróse a cargar el lío y a escapar, temiendo tropezar con su cuñada y que le sorprendiera en flagrante delito de profanación y sacrilegio. Adiós, Nanita; ¡Dios te lo pague, hija! Fué a abrir la puerta, a tiempo que misia Gregoria entraba, con Angelita.

Para sólo hay una profanación superior a ésta, y es la que anualmente se realiza en las grandes ciudades, con el paseo o romería que, en noviembre, se emprende al cementerio.

Entonces los que esperaban se avalanzaron hacia él entre humillados y rabiosos gritando y preguntándole a grandes voces: ¡Profanación! ¿Quién eres? ¿Por dónde has subido? Mientras el feliz mortal, mirándoles sin comprender su indignación, respondía con la mayor frescura: Soy Perico Mediano, y he subido por la escalera de servicio.

Aquella señora se parecía a su madre, no cabía duda. Por esto sólo se había fijado en ella, y había sido su perseguidor callejero algún tiempo. ¿No era una verdadera profanación, una cosa abominable que la imagen de su madre le inspirase deseos carnales?

¡Dios me libre de ser juez, con la condicion de escuchar semejante demanda! ¡Dios me libre de ser padre, con la condicion de tener semejante hija! Es seguro que maldecirla, como Jeremias, el momento en que habia nacido; momento que llevaba dentro de la profanacion de dar á la tierra una huella que es un abismo horrible.

Sería una verdadera profanación tourista, ocuparse de Albay y no consagrar las primeras páginas al gran Mayon ó Buquid, como le llaman algunos indios. Cumplamos, pues, con este deber, en el siguiente capítulo. El Mayon. Al hablar de Albay no es posible dejar de consagrar un recuerdo al Mayon. El Mayon es uno de los montes más bellos que se conocen en el mundo.