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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Celebró el conde la frase con mucha risa, y el clérigo contestó á sus metálicas carcajadas con otras sonoras y campestres, que produjeron algunos instantes de algazara en el comedor. La condesa sonreía dulcemente, mientras el señorito Octavio seguía ejecutando esfuerzos prodigiosos y titánicos para que los chistes del presbítero le desternillasen de alborozo.

Su hermano lo descubrió, y tuvo la crueldad de llevarse el libro y la copia, lo que de nada le valió, porque a los dieciocho años ya estaba Sebastián de músico en la corte famosa de Weimar, y no tenía como organista más rival que Haendel. Pero de todos los niños prodigiosos en el arte de la música, el más célebre es Mozart. No parecía que necesitaba de maestros para aprender.

La música, en la cual había hecho prodigiosos adelantos, había fomentado en su corazón cierta tendencia a la melancolía y al llanto.

A la claridad lunar divisa por fin un monstruo de fantástico aspecto, pegando brincos prodigiosos, apareciendo y desapareciendo como una visión: la alternativa de la oscuridad de los árboles y de los rayos espectrales y oblicuos de la luna hace parecer enorme a la inofensiva liebre, agiganta sus orejas, presta a sus saltos algo de funambulesco y temeroso, a sus rápidos movimientos una velocidad que deslumbra.

¡Admirable poder el de la fe! Es bajo su impulso y por ella que el hombre es susceptible de hacer los mas prodigiosos esfuerzos y los mas sublimes sacrificios. Si la fe obra de distinta manera sobre el espíritu y el corazon, no por eso deja de ser el talisman universal.

El español no gustaba de recordar su existencia antes de establecerse en la Argentina. Había intervenido en revoluciones que despreciaba, mezclándose en ellas únicamente por una necesidad de acción. Había emprendido también prodigiosos negocios, viéndose al final engañado y robado, unas veces por sus compañeros, otras por los gobiernos.

Pero estaba sumamente sorprendido de no ver caer ni un miserable pájaro, y deploraba en su interior la detestable puntería y la torpeza de los cazadores. Las carreras y los saltos que daba eran incesantes y prodigiosos. El conde, que estaba apuntando al blanco, se distrajo una de las veces mirándole correr, y sin decir palabra movió el cañón y lo dirigió hacia él. Sonó el tiro.

El perro, más exaltado o con menos miedo al ridículo, se lanzó a la calle expresando su entusiasmo por medio de ladridos y saltos prodigiosos, ahora parándose bajo el chorro y dejándose bañar, ahora brincando sobre él, ahora dando un millón de volteretas y haciendo cómicas contorsiones, sin cesar nunca de exhalar el frenesí de su entusiasmo en ladridos más o menos correctos e inspirados, que de esto no entiendo.

En honor de la verdad, sin embargo, conviene advertir que el triunfo del Casino no ha sido cosa muy fácil. La Naturaleza ha hecho esfuerzos prodigiosos. A veces ha organizado días espléndidos, con una temperatura deliciosa y una luz ideal. Los más amigos del Casino sentían entonces deseos de pasarse al otro bando.

Bajo tus acometidas invencibles cayeron muchos y bravos guerreros de Lorío y cayó también el más ilustre de los hijos del Condado, el famoso Lázaro, que después de Toribión y Firmo era tenido por el más esforzado de los enemigos de Entralgo. No le valió su garrote nudoso de acebuche ni le valieron sus saltos prodigiosos.

Palabra del Dia

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