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¡Pobre!...; más lejos de lo que se ha ido...; pero es necesario, Margarita, olvidar. No te vas a encerrar, no te vas a recluir. Eso digo yo. Tengo 24 años; viuda a los 20: ¡es horrible! ¿Qué te parece este traje?... ¡Precioso!... Viuda a los 20...: ¿qué hago yo en el mundo?

Cierto que no tenemos crédito; pero á Martín le quedan media docena de estudios muy bonitos.... Verá usted ... el de la sierra de Guadarrama, precioso... el de La Granja, con aquellos arbolitos... también, y el de... qué yo qué. Todos muy bonitos: Se los llevaré... pero no sea malo y compadézcase del pobre artista....

Para apreciar debidamente el significado de expresiones semejantes, es preciso no limitarse al sentido filosófico y no desdeñarse del vulgar. En este último hay con frecuencia una filosofía profunda, porque en tales casos el sentido vulgar es una especie de sedimento precioso que ha dejado sobre la palabra el tránsito de la razon por espacio de muchos siglos.

Con estas, que podriamos llamar especiales, este medicamento desenvuelve un gran número de modificaciones de la sensibilidad y de la contractilidad, modificaciones que constituyen á la belladona en un agente terapéutico precioso y especial.

Pobre garza enjaulada, dentro la jaula nacida, ¿qué sabe ella si hay más vida ni más aire en que volar? es precioso, ¡precioso!... Pero yo no puedo sufrir a ese señor. Creo que es quien tiene la culpa, hoy por hoy, de todo lo malo que sucede en España. Quedé con la boca abierta. ¿Cómo?... , porque si no tuviese constantemente alarmado al país, éste disfrutaría de los beneficios de la paz.

Hasta el rápido movimiento de la diligencia parece un aviso secreto de lo rápido que pasa la vida, de lo precioso que es el tiempo; todo debe ir de prisa en diligencia.

Por lo demas Toledo es en su totalidad un inmenso y complicado monumento. Allí todo es curioso y singular, todo llama la atencion y obliga al extranjero á detenerse á cada paso. En cada calle, en cada esquina, en cada portal ó muro, balcon ó ventana, se ve algun objeto precioso para el anticuario, sorprendente para el viajero que por primera vez recorre una ciudad tan especial como aquella.

Viose entonces de nuevo solo y arruinado, y la necesidad, mala consejera siempre y móvil las más de las veces de empresas descabelladas, sugirióle la idea de utilizar en provecho propio el precioso depósito, y aquí comenzaron las complicaciones y los peligros, los planes trazados y abortados.

Egoísta como todos los viejos solterones, serio como todos los magistrados, flemático como todos los ingleses, ocultaba bajo la beatífica rotundidez de su cuerpo una cierta dosis de sensibilidad. La salud le parecía un don tan precioso, que hubiera querido repartirla entre todo el mundo. Había conocido al joven inglés de Pompeya y había seguido de cerca las diversas fases de su curación.

Todos los trajes le quedan admirablemente. «¡Precioso, hijita, precioso! exclamo cada vez que se pone uno; todo cuanto te pones te cae maravillosamente. Eres el prototipo de la elegancia, la cifra, compendio y resumen de la gracia femenil».