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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Cualquiera que fuese la angustia que se había apoderado de ella, no obstante sus propósitos de muerte, ¿no le habría temblado la mano en el momento de ponerlos en ejecución? ¿No se le habría caído inerte el brazo ante la idea de dejarle un triste ejemplo, a él, que había sido reconciliado por ella con la vida? Al matarse, ¿no lo mataba a él?
Mi Isabelita vino al mundo el día mismo en que el cura Merino le pegó la puñalada a Su Majestad, y tuve a Rupertito el día de San Juan del 58, el mismo día que se inauguró la traída de aguas». Si los diez y siete chiquillos hubieran vivido, habría sido preciso ponerlos en los balcones como los tiestos, o colgados en jaulas de machos de perdiz.
De aquellos innumerables pecados de otra edad compuse dos tomos. Les puse un título que determinaba el carácter un poco primaveral de la obra. Los encabecé con un prefacio ingenioso que debía, por lo menos, ponerlos a cubierto del ridículo y los publiqué sin firma. Aparecieron y desaparecieron. No esperaba más de ellos.
El famoso matemático y cosmógrafo Jerónimo de Chaves, tan encariñado estuvo con los curiosos objetos que llegó a reunir, que quiso ponerlos á salvo para lo futuro consignando la siguiente cláusula en su testamento;
DON URBANO. Querido Marqués, pídame usted que altere, que trastorne todo el sistema planetario, que quite los astros de aquí para ponerlos allá; pero no me pida cosa contraria a los pareceres de mi mujer. MARQU
Eva trabajaba igualmente. No era floja labor limpiar los mocos, todas las mañanas, á siete docenas de niños, lavarlos y ponerlos á secar al sol, é impedir que se peleasen entre ellos hasta la hora del almuerzo. Pero su vida estaba agriada por otras preocupaciones. Al encontrarse fuera del Paraíso, sintió inmediatamente los primeros tormentos del pudor y de la vergüenza.
Ferpierre volvía a sentirse atormentado por la duda: había momentos en que se preguntaba si no era su deber ponerlos en libertad; pero después, una sospecha que no había podido explicarse con claridad, algo de ambiguo en la conducta de los acusados, y más que en su conducta en sus expresiones, le aconsejaba esperar y seguir buscando.
Seguía confesando y comulgando cada dos meses, pero Kempis seguía cubierto de polvo entre libros profanos; conservaba el miedo al infierno Quintanar, «pero no quería prescindir por completo de las ventajas positivas que le ofrecía su breve existencia sobre el haz de la tierra». «Y sobre todo no quería que el fanatismo se enseñorease de su casa». Los consejos que para excitarlo le daba Mesía, allá en el Casino, los tomaba muy en cuenta don Víctor, y siempre se estaba preparando para ponerlos por obra, pero no se atrevía.
Pero con ser tan grandes las fatigas y tan pesadas las aflicciones que padecen, no obstante eso, es mucho mayor sin comparación el consuelo que tienen cuando vuelven con las manos llenas de cuatrocientas ó quinientas almas; y si á veces no tantas, á lo menos con la esperanza de ganarlas al año siguiente, porque los más de los bárbaros quieren antes certificarse si aquel celo que les muestran es de sus almas para darles el Paraíso ó por el interés de llevarlos para ponerlos en esclavitud, y por eso acostumbran despachar alguno de los suyos para explorar el país, la gente y los Misioneros de la nueva Reducción.
La demás gente quisiera ponerlos en paz, mas no pudo, porque decía el vizcaíno en sus mal trabadas razones que si no le dejaban acabar su batalla, que él mismo había de matar a su ama y a toda la gente que se lo estorbase.
Palabra del Dia
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