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Actualizado: 20 de junio de 2025


Libro Tercero: Capítulo I: De lo que le sucedió en la Corte luego que llegó hasta que amaneció. Entramos en la Corte a las diez de la mañana; fuímonos a apear, de conformidad, en casa de los amigos de don Toribio. Llegó a la puerta; llamó; abrióle una vejezuela muy pobremente abrigada, rostro cáscara de nuez, mordiscada de facciones, cargada de espaldas y de años.

Para vivir pobremente, comer mal y andar por esas calles hecha un guiñapo, cubierta la cabeza con un mantoncillo de mala muerte, cuando si quisieras podrías ir vestida como una reina y ser la envidia de las más encopetadas y ricas señoras de este lugar, sin que la propia doña Inés dejara de contarse en el número de las envidiosas. ¿Y cómo he de hacer yo ese milagro? preguntó Juanita.

La familia Relimpio vivía pobremente, porque D. José, con ser tan maestro en números, no había sacado de ellos ninguna sustancia. Doña Laura conservaba una casa y una viña en Dolores, que le daban mil reales al año. Las niñas trabajaban para las camiserías. Tenían máquina, y cosiendo noche y día, velando mucho y quedándose sin vista, allegaban de cinco a siete reales diarios.

Sale y deja a la señorita Dora en este recibimiento, que adornan unas acuarelas pobremente enmarcadas y unos grabados extraños.

Las casas, pobremente edificadas y de mezquina estatura, pues en general solo se componen de uno y dos pisos, entristecen la ciudad y la vista del viajero, que busca en vano la fisonomía de una capital de nacion.

Y se dirigió á una puerta en paso rápido, poderoso, en que se revelaba la excitación de que estaba poseída. Don Juan la siguió. Y dominado por lo extraño, por lo maravilloso, y aun podemos decir por lo terrible de la situación, ni aun se acordó de que iba pobremente vestido, con su sombrero ajado, su capilla parda y sus botas de camino enlodadas hasta las corvas.

¡Ay, estos días de corrida, días de fiesta, en los cuales el cielo parecía más hermoso y la calle solitaria resonaba bajo los pies de los transeúntes domingueros, y zumbaban las guitarras, acompañadas de canciones y palmoteo, en la taberna de la esquina!... Carmen, pobremente vestida, con la mantilla sobre los ojos, salía de su casa cual si quisiera huir de malos ensueños, yendo a refugiarse en las iglesias.

Aquella tarde Cristeta permaneció encerrada en su cuarto arreglando ropas y baúles, y al día siguiente salió muy de mañana, tan pobremente vestida, que parecía una modistilla.

¡Allá él, D. Isidoro, allá él! Saltó en el bote nuestro joven, y fue conducido prontamente a la orilla. Úrsula era una zagala fornida, pobremente trajeada y con unos colores tan vivos en el rostro, que sorprendieron a Miguel: más adelante averiguó que bebía mucho aguardiente. Amarró el bote y condujo a su pasajero por unas toscas escaleras de piedra hasta la calle.

El artista flamenco aún estaba en la casa. Insistí en querer verlo. Una mujer del pueblo, pobremente vestida, su esposa, según dijo, me introdujo en el dormitorio, que era, por cierto, un cuartucho bien oscuro y estrecho. Primo, despertado violentamente por su mujer, no me conoció al pronto; no tardó en caer. Le expliqué el asunto con alguna timidez.

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