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Desde la Plaza Mayor bajó por la calle de Toledo, torció luego hacia la derecha, a los pocos minutos de marcha se detuvo en una calle cercana a San Francisco el Grande, miró el número de una casa, entró en el portal sin vacilar, subió la escalera, y en uno de los pisos altos llamó. A los pocos segundos le abría la puerta una joven, guapetona y de fisonomía inteligente.

¡Ay, aquel mugido de volcán intermitente, aquel bramar de olas lejanas, cortado de vez en cuando por pausas de trágico silencio!... Carmen se imaginaba estar presenciando la corrida invisible. Adivinaba por las diversas entonaciones de los ruidos de la plaza el curso de la tragedia que se desarrollaba en su redondel.

Esperó un momento a ver si sólo iba a dejar algún recado, y como no saliese se alejó tranquilamente en dirección a la plazuela de Santa Cruz. Se detuvo en un puesto de flores. La florista, al verle llegar, le sonrió como a un antiguo parroquiano y echó mano al ramo de rosas blancas y violetas que sin duda estaba ya preparado para él. Dirigióse a la Plaza Mayor y tomó el tranvía de Carabanchel.

Cosas así pensaba, dando golpecitos con un cuchillo sobre una corteza de pan, mientras su madre narraba las cábalas de Glocester y las maquinaciones de los conjurados del Casino. En cuanto pudo el Magistral escapó de casa, prometiendo ir a sondear al Obispo. Tomó el camino de la Plaza Nueva. El caserón de la Rinconada le pareció envuelto en una aureola.

El Casino Turolense. El Teatro. La Plaza de Toros. El Cementerio. El Torreon de Ambeles. La Torre Lombardera. La Muralla de Teruel.

Después de dejar a Mabel en la plaza Grosvenor y de despedirme de ella, me volví inmediatamente a la calle Great Russell, y me hallé con que Reginaldo acababa de volver de su negocio de la calle Cannon. Procediendo en conformidad a la súplica de mi dulce y encantadora amiguita, no le dije nada sobre el desagradable y excitante incidente de la noche anterior.

Por fin, decidiose a confiar su cuita al espadero, y éste prometiole hablar por él al Conde de Fuensalida, para que le recibiese como paje de su cámara, Ramiro sabía harto bien que el entrar al servicio de un señor tan poderoso como aquél y de sangre tan insigne, antes acarreaba lustre que desdoro, y aceptó. Recibió la plaza de gentilhombre con el cargo de ayudar al repostero de plata.

Pinilla había recibido previamente 600 ducados de oro ; hizo en París los preparativos para escapar después del golpe; pero fué detenido con uno de los cómplices, logrando el fraile ponerse en salvo. En casa de Pinilla se encontraron dos pistoletes cargados con dos balas cada uno: todo lo confesó en el tormento, de modo que, meses después, fué ejecutado en la plaza de la Greve .

La ciudad estaba completamente embanderada; yo seguía absorto de la mano de Alejandro, que, caminando con desdeñosa indiferencia, procuraba quitarle la vereda a todo aquel en quien él creía encontrar un transeúnte alegre. Entramos a la plaza Victoria; frente a la Policía se levantaba un arco adornado con banderas patrias y grandes palmas de sauce llorón.

El aire huele á pólvora, querido Planeta: van á llover palos. Al venir á la estación me recordaba esta Bilbao tan nueva y tan bonita, la que conocí durante el sitio. Los socialistas, los republicanos, todos los que creen que esto marcha mal, se están reuniendo en la plaza de Toros entre banderas y vivas.