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Actualizado: 26 de junio de 2025


Le placía que alabasen a Isabel, y se daba tono acompañándola en el paseo y bailando con ella todos los valses y rigodones que se tocaban en los saraos del Alcázar. Pero, cumplida la obligación del hombre formal, respiraba con libertad y me iba a buscar para jugar unas carambolas al billar, en lo que, sin duda, se deleitaba mucho más. Villa andaba celoso de esta nueva amistad.

Pensaba en el dolor de su buen primo cuando al volver hallase profanado, destruído el agreste retiro donde tanto se placía. Los conspicuos, al regresar de Villoria, se detuvieron frente á Entralgo y bajaron al lagar de D. Félix, donde les tenían preparado un banquete. Se festejaba con él la feliz inauguración del ferrocarril minero.

Y en verdad que Lucía no las escaseaba: nada le placía tanto como disolver el ardor de su corazón gastado en renglones interminables.

Por el contrario, sabía perfectamente que Julita se consolaba mucho teniéndole cerca, no sólo porque templaba algunas veces el rigor de su madre, sino también, y esto era lo principal para ella, porque desahogaba con él su pecho, porque la animaba, porque pasaba charlando deliciosamente muchos ratos en su compañía, porque se placía en arreglarle el cuarto, porque la llevaba con frecuencia al teatro y procuraba, en suma, por todos los medios que estaban a su alcance, hacerle más dulce la existencia.

No se me oculta, sin embargo, que han existido escritores, como Shakspeare y Molière, capaces de llegar, no en una, sino en muchas de sus obras, á un grado supremo de perfección; pero obsérvese que Shakspeare y Molière no inventaban sus argumentos, los tomaban donde bien les placía.

Todos sus movimientos, todos sus ademanes, eran tan serenos, tan suaves y reposados, que placía en extremo contemplarla y figurarse que aquellas innatas maneras señoriles respondían a un alto destino, tal vez a un elevado origen. Podía fantasearse mucho sobre este particular, porque Carmencita era un misterio.

Para que su vida fuese aún más alegre y aturdida le placía comer por los cafés y restaurants, como un mancebo disipado. D. Juan fluctuaba entre el gozo de verla contenta y la incomodidad aguda que le producía aquella vida desordenada, tan contraria a sus hábitos y edad. Una tarde, regresando del paseo del Prado, Fernanda estalló repentinamente en sollozos.

Era cristalino y puro, y se desataba tan gentil y suavemente que daba gloria verlo marchar por la pradera. La condesa significó el deseo de reposar un instante en su orilla. Estaba cansada y le placía en extremo mirar el curso del agua. Además, tenían tiempo de sobra para estar en la romería.

Y luego los señores caciques dijeron que les placia de toda voluntad de lo mandar traer, que mandase que de la ciudad del Cuzco fuesen algunos orejones en compañía de los indios que ansí ellos inviasen, para que en sus tierras les constase á los que allá eran que era su voluntad que el tal proveimiento hiciesen á la ciudad del Cuzco, porque aquel era el primero que ellos hacian, y por ellos muy mucho deseado de hacer el tal servicio á la ciudad del Cuzco y á su Señor Inca Yupanqui.

Palabra del Dia

rigoleto

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