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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Almas afectuosas que amais la memoria de esas otras almas sublimes, y fuertes á la par que delicadas, que en vida fueron valerosos soldados de la , y alcanzaron muriendo la opinion de mártires santos entre la grey que con su fecunda sangre ilustraron , no os imagineis al repasar las páginas en que la piedad y la devocion consignaron sus gloriosos triunfos, que todos los perseguidores del nombre de Cristo son como furiosos y bárbaros asesinos sedientos de sangre y de tormentos.

El Secretario Antonio Perez, despues de varios tranzes, de peligros grandíssimos y mil persecuciones con que pareze quiso mostrar la fortuna que levanta á la cumbre de la privanza á los que fian en el valor de Príncipes para derrivarlos en un avismo de miserias, murió en París; pero con tales demostraciones de piedad y christiandad, que bien pudieran conocer todos se cumplia con él lo que la Benerable Madre havia alcanzado del Señor.

Desde el día siguiente el Magistral notó con mucha alegría, que Ana volvía su piedad del lado por donde él quería llevarla. «Menos contemplación y más devociones, obras piadosas y culto externo, que entretiene la imaginación».

Y lo peor no era que los versos fueran malos, insignificantes, vulgares, vacíos... ¿y los sentimientos que los habían inspirado? ¿Aquella piedad lírica? ¿Había valido algo?

Despojó su esquilada cabeza del eterno sombrero de palma, fijando sus ojos rojizos en el capitán, que seguía escribiendo después de contestar á su saludo. «¿Qué significaba cierta orden que había recibido de prepararse para dejar el buque dentro de unas horas?...» Debía ser una burla de Tòni, excelente sujeto, pero enemigo de las cosas santas, que gustaba de irritarle á causa de su piedad...

Ella no la iba á abandonar, nada tenía que temer; el P. Camorra tenía otras cosas en la cabeza; Julî no era más que una pobre campesina... Pero al llegar á la puerta del convento ó casa parroquial, Julî se negó tenazmente á subir y se cogió á la pared. ¡No, no! suplicaba llena de terror; ¡oh, no, no, tened piedad!... Pero que tonta...

Temía sobre todo que si rompía sus relaciones devotas con él, volviese una reacción de lástima, arrepentimiento y piedad imaginaria que la arrastrase a otra locura como la del viernes Santo.

Aquel amante de la humanidad iba, en efecto, a ser causa de que se derramara sangre. Su misión no se podía realizar si no a costa de sangre y de lágrimas; y un hombre que tenía en el corazón tan abundante piedad para todos los hombres, condenado a realizar obra semejante, no podía ser jovial, no podía abundar en él la alegría.

Pero si la propia religiosidad había volado, o se había escondido en pliegues recónditos del alma, donde él no la encontraba, don Víctor respetaba la piedad ajena.

Después de algunos años de mantenerse firme en no escribir, de frecuentar los salones aristocráticos y de despellejar sin piedad a cualquier escritor que muestre talento y fantasía poco comunes, el mosquito clásico como recompensa de su brillante campaña, es conducido en triunfo a la Academia de la Lengua. Que a todos mis lectores deseo. Amén.

Palabra del Dia

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