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Como un relámpago acudió a mi mente el recuerdo de su negativa de perseguir y castigar a este hombre infame por el cobarde atentado contra su vida, y la razón se manifestó entonces clara y concluyente. ¡Era su esposa! El solo pensamiento me produjo un espasmo de celos, dolor y odio, porque la amaba con toda la pasión sincera y honrada de que es capaz un hombre de bien.

Este te defendió como pudo; y á poco rato vino un porrazo que, con terribles aullidos, empezó á perseguir al ratonero. Luego vino otro perro, y otro, y otro: en dos segundos se reunieron allí doce perros, que armaron espantosa algarabía.

Hablaban con terror del caballo de un guarda, bestia infernal, con más talento y mala intención que los hombres; un monstruo que, al perseguir a un dañador, le mordía, le derribaba entre sus patas, machacándolo con las herraduras, hasta que el jinete, desmontándose, tenía que socorrerlo para que llegase con vida a la cárcel. ¡Ah, la mala, bestia!

Vomitaba la vieja su ira contra él, le decía las mayores injurias, le llamaba cobarde, mandándole perseguir á su sobrina. El joven no podía resistir más el horror que le inspiraba aquella casa maldita. Miró á la devota, que permanecía aún sin movimiento, y afligido por la sin igual desventura de mujer tan infeliz, salió de la casa. #Conclusión.#

No hay mal que por bien no venga. Casi estoy por decir que de todos modos saldremos gananciosos. Si somos vencidos, perderemos pronto á Cuba sin aburrirnos y cansarnos durante tres ó cuatro años en perseguir á nuestros enemigos trashumantes, contra los cuales, en vez de enviar soldados, debiéramos enviar perros y hurones.

Diole gana a don Quijote de pasear la ciudad a la llana y a pie, temiendo que, si iba a caballo, le habían de perseguir los mochachos, y así, él y Sancho, con otros dos criados que don Antonio le dio, salieron a pasearse.

Frígilis opinaba que todo aquello estaba bien en las comedias, pero que en el mundo un marido no está para divertir al público con emociones fuertes, y lo que debe hacer en tan apurada situación es perseguir al seductor ante los tribunales y procurar que su mujer vaya a un convento.

En un arrabal sorprendieron los vecinos á dos individuos que enterraban armas debajo de una casa de tabla. Alborotóse el barrio; los habitantes quisieron perseguir á los desconocidos para matarlos y entregarlos á las autoridades, pero un vecino les calmó diciéndoles que bastaba con presentar al tribunal el cuerpo del delito.

El quien supuso que á su terrible despertar, y á pesar de la tempestad que promueve el herido con sus saltos y sus coletazos, no lo arrastraría consigo al fondo de los mares. ¡Audacia inaudita! Añadía un cable á su arpón para perseguir su presa, despreciaba la horrorosa sacudida, sin reflexionar que el atemorizado animal podía zambullirse bruscamente y darle un mal rato.

Se diría que los Alpes, orgullosos de los magníficos horrores que guardan en su seno, han querido perseguir al Rin, el fruto de sus admirables neveras, atravesando en su curso un cordon de peñascos que les hagan recordar á los pueblos de las llanuras alemanas que el imperio de los gigantes graníticos de la Suiza alcanza hasta muy léjos de sus altísimas cascadas, sus picos formidables, sus torrentes coléricos y sus lagos románticos!