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Actualizado: 4 de junio de 2025


Las buenas palabras del cura me repusieron tan pronto como las otras me habían desequilibrado. Encontré por milagro mi serenidad habitual y perdoné por completo a mis detractoras. En cuanto entré en casa corrí al cuarto de la abuela y le dije que estaba decidida a hacer lo que ella deseaba.

Como si ella misma se contestase, y sin dar tiempo a que don Andrés dijese palabra, Juanita habló de esta suerte: Perdone vuecencia, señor don Andrés, si le he atraído a mi casa con algo que puede calificarse de engaño. Me pidió vuecencia una cita amorosa, y yo se la he concedido.... Pues entonces dijo don Andrés no es mi perdón, sino infinitas gracias lo que tengo que darte.

Bien hayan los berros, que nacen unos entrepernados con otros, como vecindades de la Corte, perdone la malicia la comparación.

Desgraciadamente no tardé mucho en conocer que había en aquella expresión más verdad de lo que mi buen Braulio se figuraba. Interminables y de mal gusto fueron los cumplimientos con que para dar y recibir cada plato nos aburrimos unos á otros. Sírvase usted. Hágame usted el favor. De ninguna manera. No lo recibiré. Páselo usted á la señora. Está bien ahí. Perdone usted. Gracias.

No, señor. Entonces... Pero ya lo conozco. ¡Cómo! Es muy sencillo. ¿Estás seguro de que lo has visto? exclamó el Capitán general con un interés que se sobrepuso á sus dudas. El gitano se echó á reir, y respondió: ¡Es claro! Su merced dirá: este gitano es como todos, y quiere engañarme. ¡No me perdone Dios si miento! Ayer vi á Parrón.

A este hombre llegó el lacayo conductor del joven, que había quedado á poca distancia, y le dijo: ¡Señor Francisco Montiño!... ¡En, dejadme en paz!, no os toca á vos dijo el señor Francisco tomando una fuente de plata con un capón asado y dándole á otro lacayo. Perdone vuesa merced, pero no es eso; vuestro sobrino...

Y lo mira: el hombre, todo aturdido, duda si es un conocimiento antiguo... y tartamudea..... Fingiendo entonces la mayor sorpresa. ¡Ah! usted perdone dice retirándose el calavera: creí que era usted un amigo mío... No hay de qué. Usted perdone. ¡Qué diantre! No he visto cosa más parecida.

El señor cura se dirigió entonces a unos parientes míos, los cuales se negaron a recogerme... «No queremos niños»; le contestaron «no queremos huérfanos; son ingratos, tarde o temprano dan el pago». Me han contado que cuando el santo anciano recibió la carta de mis parientes, exclamó: «¡Corazones de piedra! ¡Dios los perdone? ¿El trajo esta niña a mi casa?

18 En esto perdone el SE

Apenas habiamos empezado á poner en órden nuestro equipaje, cuando llamaron á la puerta. Era la señora. ¡Triste de ! Siento-mucho, me dijo, que usted se haya incomodado ... Perdone usted, señora: yo no me incomodo por : hacen que me incomode. ¿No pensaba usted dar nada al criado? Le he dado más de seis duros, durante nuestra estancia en este hotel.

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