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Actualizado: 15 de julio de 2025
Los buques de guerra que navegaban siguiendo la costa para impedir que el gigante se lanzase mar adentro se metieron en el puerto ó se alejaron á toda máquina, perdiéndose en la línea del horizonte, como si se les acabase de ordenar un rápido viaje.
Ya era una gota, un punto, nada... perdiéndose en la obscuridad, ¡quién sabe hacia dónde y para qué!...
El tendría valor, se alejaría; perdiéndose entre la multitud, vería a Bettina con menos frecuencia y de más lejos... ¡No volver a verla, no podía ni pensarlo! Quería seguir siendo amigo de Bettina, ya que sólo podría ser su amigo. Pues había otro pensamiento que no cabía siquiera en el espíritu de Juan; ese pensamiento no sólo le parecía extravagante, sino monstruoso.
Le apretó la diestra, hizo un signo de adiós, y bajando la cabeza espoleó á su caballo, perdiéndose en la noche, que empezaba á nacer. Marchó Watson hacia el pueblo, sintiendo en su interior la comezón de una conciencia que empieza á perder su tranquilidad.
Desaparecen como si la tierra las hubiera sepultado, perdiéndose el rastro de los núcleos más importantes, en los caminos, y de tarde en tarde un grupo incendia un indefenso poblado, ó asalta una cantina; salen las tropas en su persecución y siguiendo la huella que sus caballos dejan en el lodo, llegan por lo regular á un lugar donde esas huellas se multiplican tomando distintas direcciones, y dejan indeciso y sin saber qué rumbo tomar al jefe de la columna.
¡Gritad, gritad, que ya no nos pillaréis! decía Van-Horn mirando a los salvajes que iban perdiéndose en la distancia : os desafío a seguirnos basta el estrecho de Torres. Veo que ya no te dan miedo, viejo Horn le dijo Cornelio.
Los restos de su vida parecían concentrarse en sus ojos antes de huir perdiéndose en el espacio como un flúido incautivable. El príncipe iba olvidando su reciente cólera. ¡Pobre lady!... Volvió á sentir por ella ternura y respeto. Su miseria física acababa por convertir la lástima en esa admiración que inspira siempre el sacrificio desinteresado.
Los marineros, después de atravesar el caserío de Monte-Carlo entre estandartes y aclamaciones, entraban en pleno campo, perdiéndose sus gritos sin eco alguno. Por esto su atención se concentró en aquella terraza florida y en el hombre asomado á ella. Fué como una revista: los vagones, uno por uno, se animaban al pasar ante el príncipe.
Era un lujo destrozar á tiros las botellas de champaña traídas de Europa, pagándolas luego á unos precios que hubiesen escandalizado á muchos ricos. Otros, para beber un simple vaso de vino, hacían abrir la espita de un tonel, dejando que chorrease en su vaso durante mucho tiempo lo mismo que una fuente, perdiéndose enormes cantidades de líquido.
Los reproductores costosos eran degollados todos en el parque como simples bestias de carnicería. En los gallineros y palomares no quedaba una sola ave. Las cuadras estaban llenas de caballos enjutos que se daban un hartazgo ante el pesebre repleto. El pasto almacenado se esparcía pródigamente por las avenidas, perdiéndose en gran parte antes de ser aprovechado.
Palabra del Dia
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